Hace 18 años, un grupo de personas comenzó a parcelar una extensa área de terreno en la parroquia José Gregorio Bastidas del municipio Palavecino, para edificar una serie de granjas productoras de hortalizas y cría de animales.
Con el transcurrir de los años, a medida que las familias fueron creciendo, las granjas fueron parcelándose y demandando mayores servicios, que hasta el presente no han llegado.
-Con nuestro propio esfuerzo hemos construido los servicios, indicó Yelitza Molleja, habitante de la localidad.
Acotó que entre los principales problemas que padecen en la comunidad, destaca la gran cantidad de pozos sépticos construidos, por cuanto es inexistente el servicio de cloacas, lo que para muchos “es una bomba de tiempo, porque ya comienzan a llenarse y las familias no cuentan con suficiente espacio para construir otros”.
Abandonados por todos
Fernando Carrillo, dirigente social de Palavecino y vecino de Villa Campestre, declaró que en la comunidad la mayoría de las familias viven en condiciones infrahumanas, insalubres y de hacinamiento.
Unas 600 familias han edificado en la comunidad, casas y ranchos, sin servicios, con agua potable a través de una maraña de mangueras que se extienden entre los árboles y palos hasta sitios comunes.
Entre la tierra y el barro
La cancha de la comunidad es un lote de terreno donado por un vecino para que el Gobierno local edifique un espacio digno para el desarrollo de actividades deportivas y culturales, escenario que aún no se ha materializado a pesar de las constantes peticiones al Ejecutivo municipal, pues Villa Campestre, tiene unos 350 niños.
Las vías todas son de tierra, pero cuando llueve, se convierten en ríos de barro. Debido al declive del terreno, se forman lagunas que impiden el paso hasta de los automotores más altos, comentó Carrillo.
El agua como padecimiento
Disponer de un chorrito de agua potable es la gloria para los habitantes de Villa Campestre.
Berenice López, vecina del sector, afirmó que contar con una manguera ya es una gran bendición toda vez que cada dos días “puedes contar, aunque sea, con un chorrito de agua”. La manguera de la familia López, con 15 integrantes, quienes viven en un rancho en lo alto de una loma, llega hasta la parte más baja de la cuesta.
De allí, entre todos, llenan de agua unos 40 envases de plástico que luego trasladan hasta el ranchito para “disponer del vital líquido”.
Comentaron que de unos 15 postes sólo cinco funcionan y los restantes permanecen en la absoluta penumbra.
Foto: Luis Alberto Perozo Padua