A pocas horas del 16 de Diciembre, día en el cual se llevará a cabo la elección de quienes deberán dirigir los destinos de todas las entidades federales del país y los diputados de los respectivos Consejos Legislativos, la incertidumbre sobre la salud presidencial y los recientes anuncios del Jefe del Estado “ungiendo” a Nicolás Maduro como su “sucesor” político, en un tono inusualmente descarnado y con sabor a despedida, de cara a un recrudecimiento de su condición física, emerge como un ingrediente que le ha dado un sabor agrio a este caldo bajo fuego lento de la dinámica del poder en Venezuela.
Los titulares mediáticos y declarativos que aluden a la “sucesión” presidencial, nos parecieron ociosamente absurdos y ridículos, pues hasta donde se sabe, no hay aquí más realeza que la del “me-da-la-real-ganismo”, ni tampoco somos un Estado Monárquico (aunque muchos así lo deseen). El claro nombramiento de Maduro como hombre que recibe el testigo de la conducción del “proceso” por parte de Chávez, en un posible escenario de falta absoluta, genera soterrados y abiertos movimientos y reacciones, especialmente a lo interno del “Chavismo”, en un teledrama de erosión institucional, golpes de pecho con sollozos jurando “lealtad” más allá de la muerte, e idolatría populista edificada con empeño y sin importar el desempeño durante 14 años por parte de Hugo Chávez y seguidores, que hoy padecen del movimiento telúrico de su probable ausencia o declive.
Mientras, el país transita por una senda decembrina que combina extraña y enrarecidamente un exacerbado consumismo con una descarada especulación, una demanda de divisas oficiales y una sequía y parálisis de los entes responsables de aprobarlas y asignarlas; asomos, destellos, intentos de simbología navideña con desgano y pesimismo, las elecciones de este domingo se asoman como una cita clave para expresar o una total conformidad con este estado de cosas y con los mini-corazones emboinados que asumen a Chávez como una “franquicia” salvadora, dejando estacionada a un lado cada uno su personalidad y criterio, o como la posibilidad de enviar un mensaje de cambio y defensa de lo local y regional, a quienes en esta gestión presidencial han re-centralizado el poder, contribuyendo al colapso administrativo de un Estado vaciado de sus esencia institucional al concebírsele como encarnación caudillesca y psuvista.
En esta suerte de rebatiña electoral desesperada en la cual el debate y las propuestas programáticas son sustituidas por jingles o eslóganes, con aquiescencia de un electorado evadido, cansado, limpio y enjaulado en su casa por la inseguridad y la inflación, pocos plantean o reivindican la idea del desarrollo regional, como una vía no sólo para fortalecer la gestión de los distintos actores de una entidad federal, congregados por lazos de comunicación, coordinación y relacionamiento institucional para abordar sus necesidades más sentidas, y acometer proyectos de toda índole que rompan el círculo vicioso de la mezquindad política y la falta de continuidad estratégica y administrativa de su ejecución, sin el saboteo o represamiento de recursos financieros, logísticos y técnicos de una Administración central ala que sólo pareciera interesarle el vacío ejercicio retórico e ideológico y retener a cómo dé lugar el poder
Este domingo hay que ir a votar por los candidatos de la alternativa democrática, o por aquellos que representen un compromiso con la defensa de lo regional, por el rescate de la descentralización y de esa idea plasmada en la Carta Magna de un Estado Federal Descentralizado, en el cual pueda convertirse en una tema necesario, urgente, imperativo, lejos de la desgastante diatriba alrededor de la personalización del Estado, el desarrollo regional, gestiones cercanas a la gente, y una respuesta concreta e inmediata a tantas y crecientes necesidades y urgencias de quienes habitan estos terruños regionales.
Son otros lo que están pagando hoy el precio de la mentira, los que dependen de la finitud de una vida, de la gravedad de un exámen, del enigma de una recuperación. La participación es, en este caso, no sólo un ejercicio necesario de resistencia democrática, sino la afirmación de que hay un país que anhela y aspira a superar esta praxis delirante de comunismo disfrazado de espejismos comunales.
@alexeiguerra
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