El niño contesta el teléfono y al hacerlo le preguntan por su mamá. Cuando el niño dice ¿ah mami?, de lejos los brazos trémolos de la madre junto con una exagerada mueca, le indican al niño que diga que ella no está. Entonces el niño obediente a su progenitora pronuncia un interrogante: ¿Ah mami?, e inocentemente exclama ¡mami no está!
Es un episodio que pareciera no tener trascendencia, pero sí la posee y significativamente; porque se le está enseñando al niño a mentir. Mientras él con la diafanidad de la inocencia iba a decir lo que percibía de la realidad, pero los gestos de su madre le obligaron a distorsionar esa realidad.
Sí, otra realidad; la ficticia, aquella que ahora tergiversaba la percepción visual del niño y no le queda otra salida de responder que su mami no estaba.
El asunto estriba en que como producto de este ejemplo, pero muy mal modelo, en otra ocasión y en razón de otro episodio, cuando el niño se le ha ocurrido mentir su mamá, ésta le ha arrebatado la sonrisa del rostro con una cachetada que le ha volteado la cara y solo ha escuchado ¡a mí no me digas mentiras!
De tal forma que el niño va creciendo con una confusión en su “caja de valores”; pues debe mentir cuando su madre se lo indica y cuando a ella le conviene, caso en el cual es bueno mentir; pero cuando le miente a ella entonces es malo mentir.
Un asunto de orden moral, ético y psicológico se forja en los hijos cuando los enseñamos a mentir. Y a medida que crecen, su percepción del mundo y de la vida, se hace “bizarra”. Al acostumbrarse a mentir, se va mutilando su corteza psíquica y se van diseñando o creando psicópatas.
Para el doctor Robert Hare, investigador sobre psicología criminal, los criterios que definen a la personalidad psicopática son algunos de estos: Gran capacidad verbal y un encanto superficial, Autoestima exagerada. Constante necesidad de obtener estímulos y tendencia al aburrimiento. Tendencia a mentir de forma patológica. Comportamiento malicioso y manipulador. Falta de culpa o de cualquier tipo de remordimiento. Afectividad frívola, con una respuesta emocional superficial. Falta de empatía, crueldad e insensibilidad. Estilo de vida parasitario. Falta de control sobre la conducta. Vida sexual promiscua. Historial de problemas de conducta desde la niñez. Actitud impulsiva. Comportamiento irresponsable. Incapacidad patológica para aceptar responsabilidad sobre sus propios actos.
#opinión: ¡Crearás psicópatas! por: Crisanto Gregorio León
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