El papa Benedicto XVI también sucumbió a la tentación. Abrió una cuenta en
Twitter con la misión de alcanzar al botín más preciado de todos:
E-evangelizar a jóvenes menores de 24 años que forman el 73% de una red
social de más de 500 millones de individuos, y en vertiginosa expansión.
Más allá de que el Papa se convirtió en el tuitero con mayor número de
seguidores aún antes de empezar a tuitear en ocho idiomas a partir de este
12 de diciembre, su decisión demuestra la importancia creciente que tiene
este símbolo de la cultura digital actual, sin el cual los medios
tradicionales, los líderes y el público general pueden ya concebir la agenda
cotidiana.
Desde que Twitter fue creado por Jack Dorsey en 2006, se ha convertido en
una certificación de los grandes logros, fracasos y revoluciones de la
humanidad. Nada importante queda sin reflejarse en este microblog, hasta
omisiones y temores. Por ejemplo, la gravedad del cáncer que padece Hugo
Chávez no está valorada por algún parte médico, sino intuida y medida por el
silencio en su cuenta de Twitter, que en épocas de buena salud inundaba de
tuits a sus tres millones de seguidores.
Aunque no son tan seguidos como celebridades y deportistas, los líderes y
los medios ya no conciben la agenda política sin Twitter. El ejemplo más
avezado es el de Barack Obama, quien potenció sus dos elecciones con
propaganda y conversaciones directas en esta red social, como la que ofreció
este lunes, con la intención de presionar a los republicanos a un acuerdo
político para evitar el abismo fiscal y subir los impuestos a los más ricos.
Los medios tradicionales, que al principio de la era digital concebían a las
redes sociales como competencia, son ahora los que mejor las usan. No solo
para saber por donde va la conversación, sino como fuente alterna de
información. Esta semana así lo hicieron diarios y televisoras egipcias. No
dejaron un instante de informar por Twitter, mientras practicaban un apagón
informativo masivo, en protesta contra el presidente Mohamed Morsi, por
instaurar una censura constitucional peor a la que sufrían antes de la
Primavera Árabe.
Twitter también genera miedos. Como cualquier herramienta de comunicación,
cuando es usada sin escrúpulos, puede producir efectos devastadores y
transformar rumores en verdades o calificativos en injurias. De ahí que los
príncipes ingleses, Guillermo y Catalina, no hayan esperado hasta Navidad y
prefirieron hacer oficial el embarazo antes que se disparara por Twitter, y
con malas intenciones.
También quien está en Twitter sabe que los seguidores no son pasivos e
imponen expectativas y protocolos de conducta. De ahí que el primer ministro
inglés, David Cameron, prefirió olvidarse de la etiqueta de la Casa Real y
felicitar a la pareja por Twitter. No fue el único. Lo siguieron miles de
estrellas y celebridades del mundo entero, que tampoco quisieron defraudar a
sus seguidores o carceleros, como algunos los llaman.
Justamente en Inglaterra se instaló un debate sobre la ética de la
comunicación. Los diarios aceptaron que deben tener políticas de
autorregulación más severas para evitar escándalos como el del extinto
diario News of The World que propició escuchas telefónicas clandestinas. Sin
embargo, advirtieron que el informe del juez Brian Leveson, encomendado por
el gobierno y que recomendó autorregulación e imposiciones legales, no
aborda la falta de ética que cometen los ciudadanos comunes en las redes
sociales.
La prensa que ha delinquido y que tiene al sensacionalismo como máxima
característica, no puede excusarse ante sus mayores obligaciones
profesionales; además, porque es preferible vivir con los riesgos y vicios
que acarrean las redes sociales que sin ellas o censurarlas. La arrogancia,
el sarcasmo, la difamación y el mal gusto solo podrán ser corregidos con más
educación, nuevos códigos de conducta y, en última instancia, a través de la
justicia.
Benedicto XVI tiene en Twitter un desafío y una gran oportunidad. Debe ser
infalible en 140 caracteres y competir con Lady Gaga y Justin Bieber, los
primeros en sobrepasar los 30 millones de seguidores. Pero, sobretodo, por
primera vez, tendrá la oportunidad de acceso directo al mundo más íntimo de
los jóvenes, los teléfonos móviles, donde Twitter domina.
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