El ser humano, desde su primitivismo evolutivo, siempre ha temido a un ser superior o dios de cuerpo hercúleo, de severo rostro y provisto de poderes supra-humanos, tal como lo fue Zeus en la mitología Griega. Quizás ,ese es el motivo por el cual Yave siempre ha sido pintado o esculpido con esas características, tal como lo vemos en esa obra majestuosa de Michelangelo Buonarroti (1475-1564), en la Capilla Sixtina, en el fresco sobre La Creación del Hombre, donde observamos a un Dios hercúleo con un rostro que induce al temeroso respeto, y vemos como con su índice trata de tocar al índice del también hercúleo pero adinámico Adán, con la finalidad de infundirle energía y vida; que debió haber sido la transferencia de la molécula de ATP o Adenosin-Tri-Phophato, la cual es elaborada por nuestras mitocondrias y es la que nos da la energía vital; molécula que es muy abundante en los niños y de allí su gran dinamismo, molécula que va escaseando con la edad y por ello los ancianos nos tornamos lerdos y en el preciso instante en que se nos quema la última molécula de ATP, aparece de inmediato el Rigor-mortis.
Volviendo a nuestro Yave del Vaticano, no olvidemos que el hombre medioeval y renacentista era en su mayoría analfabeto y creía en brujerías, ensalmos y posesión por malos espíritus; por lo que la única forma de enseñarles el catecismo cristiano y el temor a Dios, era mediante las alegorías-pictóricas, que le permitieran evaluar la bondad y la Omnipotencia de Dios, tal como lo pintó Michelangelo. Entre las otras obras de este genio con fines religiosos, está su famosa Piedad (1496) esculpida sobre el inerte y frio mármol, al cual él le infunde vida y muerte; la primera la observamos en el dulce rostro y en las delicadas manos de la Virgen María, que contrastan con el flácido cuerpo de su inmortal hijo muerto, que reposa sobre su regazo; y en los pliegues de sus vestiduras, observamos el suave movimiento inducido por la brisa; es indiscutiblemente una majestuosa obra Barroca, que inspira respeto e influye espiritualmente sobre todo aquel que la mire, seas creyente o no. El genio de este hombre, lo volvemos a observar en su hercúleo Moisés (1515), que se encuentra en la Basílica de San Pietro in Vincoli; a quien cuando le toqué las arterias, tuve el temor de creer sentirlas palpitar; razón tuvo su autor, que al terminarla, le dio un martillazo en la rodilla y le dijo: ”Maldito, ¿por qué no hablas?” Y, si queremos ver una hermosa obra de arte sobre la Crucifixión, les recomiendo: “El Cristo de San Juan de La Cruz” de Salvador Dalí (1951), el cual se encuentra en el Museo de Kelvingrove en Glasgow (Escocia); donde este maestro del surrealismo, nos presenta un Jesús crucificado visto desde el cielo; con su cabeza mirando al suelo y donde el fuerte claroscuro, resalta la humana y sencilla figura del Redentor, que parece flotar junto con su cruz; creando así este gran pintor un verdadero efecto dramático, donde trata de unir la ciencia, la religión y el arte. En definitiva el rostro de Dios es “Amor resplandeciente de alegría infinita y de sabiduría, que Él adapta a la inteligencia del auditor”.!Voilá¡