“Sé que Niemeyer fue muy importante para Brasil. Será la primera y única vez que lo vea. Me siento muy orgullosa de estar acá, subir por esta rampa”, señaló Alexandra Oliveira, una jubilada de 70 años
Brasilia, 6 de diciembre.- Los restos de Oscar Niemeyer fueron velados en Brasilia, la más famosa de sus creaciones, donde centenares de personas ingresaron por primera vez al palacio presidencial que diseñó el célebre arquitecto para aplaudirle y darle su adiós.
“Niemeyer siempre quiso que sus monumentos estuvieran abiertos a todos, pero sólo hasta su muerte fue posible que yo entrara al palacio por esta rampa”, dijo Virgilio Andrade, un universitario de 32 años que hizo fila por dos horas para ingresar al Palacio de Planalto, donde la presidenta Dilma Rousseff tiene su despacho.
Procedente de Río de Janeiro, adonde regresará este mismo jueves, el féretro cubierto con una bandera de Brasil fue trasladado en un carro hasta la sede oficial.
Allí fue recibido con aplausos y subido por la rampa reservada a los visitantes ilustres, pero que con motivo de su muerte fue habilitada al público.
Rodeada de casi una decena de sus ministros y otras altas autoridades, la presidenta Dilma Rousseff acompañó los despojos de Niemeyer por cerca de media hora antes de que se permitiera el ingreso a las centenares de personas que aguardaban afuera.
“Sé que Niemeyer fue muy importante para Brasil. Será la primera y única vez que lo vea. Me siento muy orgullosa de estar acá, subir por esta rampa”, señaló Alexandra Oliveira, una jubilada de 70 años.
Antes de recibir por unas horas los restos de Niemeyer, el palacio de Planalto sólo había abierto sus puertas a dos velorios: el del expresidente Tancredo Neves, en 1985, y el del exvicepresidente José Alencar el año pasado.
En Brasilia, la muerte de Niemeyer a los 104 años revivió entre sus habitantes los recuerdos y el orgullo de vivir en lo que popularmente es conocido como el mayor museo a cielo abierto del artista.
“Esta era una de las obras más preciadas por el arquitecto”, señaló Mónica Rebello, dueña de uno de los comercios que funcionan en la planta baja del Congreso, uno de los diseños geniales de Niemeyer y parada obligada de turistas.
El moderno edificio, con sus torres paralelas y las esferas invertidas que se convirtieron en la postal de la ciudad, es uno de los tres que dan nombre a la plaza de los tres poderes. En diagonal está el palacio donde fueron velados los restos de Niemeyer.
“Cuando llegué hace 32 años a Brasilia quedé impresionada. Parecía estar en otra parte. Había tanto espacio abierto. Hoy sigo creyendo que Brasilia, gracias a Niemeyer, es una de las mejores ciudades para vivir en Brasil”, dijo Rebello, una publicista de 55 años.
En 2009 Niemeyer visitó por última vez la ciudad que creó junto con el urbanista Lucio Costa (fallecido en 1998), según la Universidad Nacional de Brasilia (UNB), donde se desempeñó como coordinador de la Escuela de Arquitectura en 1962.
Su fobia a los aviones lo obligó entonces a hacer un viaje de dos días por carretera desde Río de Janeiro, similares a los que debió realizar a menudo durante su estadía en lo que sería después Brasilia, a la que se refirió alguna vez como “el fin del mundo”.
La ciudad, que la UNESCO declaró en 1987 Patrimonio Cultural de la Humanidad por su valor arquitectónico, estético e histórico, se convirtió en 1960 en la nueva capital de Brasil, reemplazando a Rio de Janeiro.
En la UNB también quedaron las huellas de su genio. “Todo estudiante de arquitectura tenía a Niemeyer como inspiración, aunque paradójicamente no dejó muchos discípulos. Él fue una gran individualidad”, señaló José Carlos Coutinho, profesor de arquitectura y exdirector del Instituto de Patrimonio Histórico y Artístico de Brasilia.
“Niemeyer fue un hombre que traspasó los límites de la arquitectura. Fue un artista casi renacentista: escribía, diseñaba, esculpía y era un gran polemista”, señaló Coutinho, recordando la faceta política de este comunista convencido.
La impronta de Niemeyer se extiende por la avenida del poder hasta la luminosa catedral.
“Algunos turistas extranjeros llegaron preguntando si aquí se realizaría el velorio. Quizá desconocen que Niemeyer era ateo. Pero para mí, sobre todo, era un genio”, señaló Ledilma Melho, una joven de 19 años que vende guías turísticas a la entrada del templo.
“Niemeyer fue un ateo con inspiración divina”, afirmó, orgulloso, André Carloni, de 45 años, mientras aguardaba su turno para ver los restos del arquitecto.
Hasta el mediodía no estaba previsto ningún acto religioso en la catedral por la muerte de su creador.
Fotos: AP/Reuters