Sin esperanza se apaga el entusiasmo, decae la creatividad y mengua la aspiración hacia los más altos valores de la vida, expresados a veces como Derechos Humanos.
Todas las cosas, todos los acontecimientos, para quien sabe leerlos con profundidad, encierran un mensaje que, en definitiva nos remite a Dios, para que en nuestra patria, y nuestra actuación, preservemos las condiciones esenciales del desarrollo y de la Paz que son: la Verdad, la Justicia, la Libertad y el Amor.
A ellas debemos garantizarles toda nuestra atención e interés para beneficio de nuestro pueblo, ya que un sistema económico, social, político o militar que no satisfaga las esperanzas crecientes de un conglomerado origina que éste se movilice para modificarlo o sustituirlo.
No contribuiremos a formar buenos ciudadanos, ni un país fuerte, si contenemos las aspiraciones de ese pueblo. Por el contrario haremos tarea constructiva si los ayudamos a ampliar sus objetivos y a lograrlos, evitando enfrentamientos por ideas y conjugando ideales, sin enemistades, pues como dijo Rodó “la enemistad por cuestión de ideas es cosa de fanáticos, de fanáticos que creen y de fanáticos que niegan” y en la práctica debemos rechazar lo que creemos malo, pero debemos, igualmente, tender la mano al que lo sustenta, y poder decir: Adelante, vamos a crear.