Marcos Pérez Jiménez, quizás en un acto de “solidaridad andina” le mandó a decir a Ramón J. Velásquez que si seguía conspirando iría a parar a la cárcel. Con el editor José Agustín Catalá y Simón Alberto Consalvi, Velásquez trabajaba afanosamente en un expediente llamado el “Libro Negro de la Dictadura” en el que documentaban los crímenes de lesa humanidad, las torturas y las persecuciones del gobierno, así como detalles del fraude electoral de 1952 y otro sinnúmero de irregularidades. Que se fuera del país o se quedara quieto. Inmutable, el doctor Velásquez le respondió al mensajero en su tono sosegado: “Pérez Jiménez sabe dónde vivo”. El resultado fue varios años de cárcel en la cárcel de Ciudad Bolívar hasta el 23 de enero de 1958.
El doctor Luis Hernández Contreras acaba de publicar un libro “El Doctor Velásquez, una historia nunca contada”, que sorprendió al mismo Ramón J. Velásquez. Hernández Contreras, con su acostumbrada acuciosidad investigativa devela aspectos poco conocidos de la vida del gran tachirense. Entrañables y estupendamente bien narradas escenas narran desde su nacimiento en San Juan de Colón hace 96 años, donde sus padres, Ramón Velásquez Ordóñez y Regina Mujica de Velásquez, eran directores de las Escuelas Federales Graduadas Junín y Ayacucho, la primera de varones y la segunda de niñas. De su llegada a San Cristóbal, esa San Cristóbal provinciana y a la vez culta, donde creció y se educó. De allí a Caracas, “un viaje obligado”. Su vida pública desde una óptica privada.
El escritor e historiador, el abogado, el periodista y el político que hay en Ramón Velásquez nos es presentado por Hernández Contreras desde una visión más cercana, íntima en ocasiones. Sin duda, un gran homenaje a un gran tachirense que ha mantenido a su terruño entre sus más caros afectos. En el prólogo, José Humberto Ocariz se refiere al “Ramón Velásquez menos conocido”, a mi modo de ver la más valiosa de todas sus facetas: la de educador.
Y es que no puede ser de otra manera: Luis Hernández Contreras publica en su libro una “charla paternal” que Ramón Velásquez Ordóñez le dedicó a su hijo, en la que le cuenta una leyenda de un viejo que le enseña al nieto que en la vida no puede complacerse a todos:
“Quien no es capaz de poner la ajena opinión por debajo del criterio propio y la voluntad individual por sobre el querer de los otros, prueba evidentemente su interioridad, por ese mismo hecho. La malevolencia, la intención del bien ajeno, tienen muchas ingeniosas y bien variadas formas de manifestarse. ¡Cosa rara!: a veces, la malevolencia, en vez de hablar, calla; hace un discreto silencio en torno a la persona, como si el hecho meritorio fuera un acto punible que por caridad debe callarse. Otras veces no es sino un pero… lanzado al desaire; el pero… es una reticencia misteriosa, piadosamente encaminada a despertar sospechas; y el pero hace su obra. Ahora bien, suprimir la malevolencia, evitar los malquerientes, es imposible: los tuvo Cristo, los tiene todo mundo….
Pero que eso no te desaliente nunca, que jamás te arredre: hay que saber blindar el corazón para la lucha.
Cuando ya seas hombre y emprendas algo que veas tú que es bueno, síguelo animoso, sin dudas ni desmayos; avanza con denuedo, que el verdadero valor es ése. Mas ten en cuenta que el destacarse cuesta; porque entonces tú y la ola humana marcharéis siempre encontrados, iréis en sentido opuesto y necesariamente el uno se estrellará contra el otro. Pero es de ahí, de ese choque, precisamente, de donde ha surgido y surge el gesto grandioso, el bello gesto de los grandes hombres.
¡Avanza, hijo mío, avanza! Y si oyes algún silbido a tus espaldas o cae a tus pies algún guijarro, no hagas caso. Avanza imperturbable y sereno, con la sonrisa en los labios, que ésas, son ofrendas, coronas vendidas a tu mérito”.
Y es que ese querido, respetado y admirado hijo de los maestros “desde la cátedra universitaria, el libro, el periódico, la tribuna, el parlamento, el cargo ejecutivo o la simple conversación amistosa, se ha propuesto con su palabra y su ejemplo, ser un educador para la convivencia”. No puede haber nada más hermoso que una vida dedicada a ello.
@cjaimesb