A diez años de una feroz huelga que paralizó la gigantesca industria petrolera de Venezuela, el Gobierno busca exponer a quienes considera “culpables” del paro, que culminó con el despido de la mitad de la plantilla de PDVSA y 14.000 millones de dólares en pérdidas, sembrando la semilla de un “socialismo petrolero” que agitó profundamente los pilares de la empresa.
Decenas de citaciones están siendo entregadas en las casas de ex trabajadores de Petróleos de Venezuela, en una acción legal que podría imponerles a unas 180 personas multas individuales de hasta 27 millones de dólares.
Son montos que no podrán pagar, mucho menos los pocos que aún quedan viviendo en el país, pero el proceso le permitirá al Gobierno levantar su dedo acusador, impidiendo que se cierre la cicatriz que dejó el paro en la escena política local.
Entre los buscados figuran las caras visibles de la gerencia de entonces, pero también hay médicos, reporteros y empleados no relacionados con las instalaciones petroleras, que fueron detenidas para forzar la renuncia del presidente Hugo Chávez en uno de los períodos más turbulentos de la historia venezolana.
“Es una cruz que los trabajadores petroleros llevan a cuestas y que nadie ha llevado en la historia reciente del país”, dice Luis Pacheco, ex director de Planificación de PDVSA.
El considera que la sociedad venezolana ha llevado a la hoguera a los petroleros -que hasta ahora son casi los únicos acusados como responsables del paro- porque nunca hubo conexión entre la principal industria del país y los ciudadanos.
La Organización Internacional del Trabajo (OIT) calificó formalmente a la medida de fuerza como una “huelga” con la Organización de Estados Americanos como mediador, pero pasó a ser “sabotaje petrolero” en la memoria colectiva del país.
Al paro se sumaron empresas de todo tipo, causando un impacto enorme. Largas filas de personas bregaron por gasolina o gas durante dos largos meses.
Las refinerías venezolanas fueron completamente detenidas, las instalaciones de producción dejaron de bombear crudo y la comercialización de petróleo de la que depende el país socio de la OPEP llegó a mínimos históricos, impulsando los precios internacionales del crudo al alza.
A finales del 2002, la producción petrolera registrada fue de unos 30.000 barriles por día (bpd), apenas un 1 por ciento de su capacidad, lo que obligó a la estatal a financiar costosas importaciones y a declarar fuerza mayor sobre sus exportaciones.
Las multas no van a lograr que PDVSA recupere todo el dinero perdido. Una fuente de PDVSA, que pidió el anonimato por no estar autorizada para declarar, admitió que el criterio de selección de los presuntos culpables es incomprensible y dijo que la intención de fondo es dar una lección ejemplar.
“No hemos ido presos porque hemos demostrado que entregamos las instalaciones en condiciones seguras y sin causar daños. Es una medida desproporcionada, ni en toda mi vida podría pagar una suma de esa magnitud”, dijo Freddy Reyes, quien trabajó por 23 años en labores de asuntos públicos en PDVSA.
Pese a los grandes esfuerzos de las autoridades de la estatal, que echaron mano de personal jubilado de la industria para tomar las riendas de las instalaciones, expertos afirman que la empresa nunca se recuperó completamente del suceso.
Una larguísima seguidilla de problemas operacionales, fallas y hasta el más severo accidente en la historia de la industria venezolana, que en agosto dejó más de 40 muertos y grandes daños en torno a la refinería de Amuay, reafirman esa percepción.
Otra PDVSA
La PDVSA que dejaron los petroleros en el 2003 es otra. Sus objetivos medulares, su estilo de conducción, su filiación con el Estado y hasta el reparto de sus recursos son diferentes.
Chávez se ufana de haber instaurado en PDVSA lo que se denomina “socialismo petrolero”, una política que pasó por la nacionalización de decenas de proyectos con socios privados y que culmina con la vinculación financiera e ideológica de la empresa con el Estado para una veloz y más profunda distribución de la renta entre quienes menos tienen.
En 2011 la compañía duplicó sus aportes fiscales y sociales al gobierno de Chávez para superar 50.000 millones de dólares, un monto récord que permitió impulsar los populares programas de ayuda, poco antes de la reelección de Chávez en octubre.
Pero desde el punto de vista operacional, de los cientos de metas y proyectos incluidos en el plan de negocios “Siembra Petrolera” del 2005, sólo uno se ha inaugurado: un ducto con Colombia que ahora le permite al país con las mayores reservas petroleras del mundo importar gas.
“Esta PDVSA necesita terminar un proyecto”, dijo una fuente que laboró durante años en la compañía y ahora trabaja para la empresa privada, no sin haber sorteado grandes dificultades.
El objetivo de alcanzar la astronómica producción de 5,8 millones de barriles por día (bpd) este año luce lejana, dado que la extracción que no ha podido superar con creces los 3 millones de bpd según cifras oficiales.
Y de esa misma forma se han incumplido reiteradamente las metas para la industria del gas, refinación y comercialización.
La orientación de PDVSA ya no es comercial, lo dicen sus propias autoridades. Y eso fue posible tras el enorme cisma que provocó el paro, lo que abrió una rendija para que el estilo omnipresente de gestión de Chávez penetrara en lo que se consideraba una caja negra inescrutable.
“PDVSA es del pueblo, ya no está desligada del destino de nuestra patria. Y al no ser más un enclave, garantiza que sus ingresos son dirigidos al bienestar de los venezolanos”, dijo el ministro de Petróleo, Rafael Ramírez, en su informe 2011.
A juicio de analistas, la falta de adiestramiento y experticia y la dedicación del personal a tareas ajenas a la industria son las principales causas de muchos incidentes en las instalaciones petroleras.
“Desde 2003 hasta hoy, hemos contado más de 360 accidentes, con un saldo de 79 muertos, sin incluir los más de 40 que dejó la tragedia de Amuay ni los numerosos fallecidos en accidentes con gandolas de combustible”, dijo Eddie Ramírez, presidente de la organización civil Gente del Petróleo.
Al cierre del 2011, PDVSA contaba entre sus filas con casi el doble del personal que quedó tras el paro en el 2003.
Pero tenía proporcionalmente menos personas con alta capacitación. La firma dijo no tener información sobre el nivel educativo de más de 28.000 empleados, según su balance de gestión social y ambiental.
Dispersión de personal
Miles de petroleros dejaron el país a raíz del paro en PDVSA, cuya crisis interna había comenzado más temprano en el 2002 cuando Chávez despidió a buena parte de la gerencia media de la empresa y nombró una nueva junta directiva.
Desde el momento en que los nombres de los despedidos fueron publicados en larguísimas listas pegadas en los portones de la empresa, se ha producido una imparable diáspora que ha terminado por desperdigar por todo el mundo -desde México hasta Kuwait- al personal que fue considerado lo más valioso de la estatal.
Ilustración: Archivo