Obras de Misericordias Alimente su espíritu

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Con la llegada del último mes del año, las personas piensan en los estrenos para las fechas del 24 y 31, donde hay un compartir familiar pero además un gran consumismo. Buena parte de los ahorros, se van en las compras hechas para la familia. Ahora bien, cuáles son las recomendaciones que hace la Iglesia Católica para esta época decembrina.

El sacerdote diocesano y psicólogo, Jesús Martínez, conferencista, menciona que a  través de las obras de misericordia, espirituales y corporales, el cristiano o ser humano puede encontrar la paz interior tan anhelada en nuestra acelerada sociedad. Explica que las Sagradas Escrituras en los libros de Isaías y Mateo, por apenas mencionar algunos, hacen gran referencia a las prácticas piadosas.

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No se trata de dar lo que sobra, sino de compartir el alma con la otra persona. La generosidad, es otro de los mayores regalos que usted puede darse a nivel personal y, lo mejor del caso, es que puede compartirlo con el resto de su entorno. Colocó ejemplo sencillos, “si a lo largo del año no entregó lo mejor de sí, dejó colar rencores y hasta fue mezquino, aún tiene la oportunidad de cambiar”.

Resaltó el hecho de que diciembre “es un mes de gracia” donde existe inicialmente la protección de la Inmaculada Concepción, fecha que celebran los católicos el día 8. Además mencionó el tiempo de Adviento o espera del nacimiento del Niño Dios, donde el comportamiento humano renueva la redención de Cristo”. Las obras de misericordias se dividen en dos etapas, primero las espirituales:

Enseñar al que no sabe, dar buen consejo al que lo necesita, corregir al que se equivoca, perdonar al que nos ofende, consolar al triste, sufrir con paciencia los defectos del prójimo, rogar a Dios por los vivos y muertos. Mientras que las  corporales incluyen: visitar a los enfermos, dar de comer al hambriento, dar de beber al sediento, dar posada al peregrino, vestir al desnudo, visitar al encarcelado y enterrar a los muertos.

 

Espirituales:

Enseñar al que no sabe: es brindarse al otro en estima y dedicación, mostrándole lo que desconoce con el fin de educarlo en el bien. No hay enojos por la incomprensión o desconocimiento del otro (a).

Dar buen consejo al que lo necesita: uno de los siete dones del Espíritu Santo. Pedir la gracia a Dios para saber qué pensar, decir, callar, actuar por el bien del prójimo. Una palabra construye o destruye.

Corregir al que se equivoca: Sólo Dios es perfecto. En la misericordia, saber expresar las debilidades o flaquezas de los demás en pro de su dignidad y mejora. No avergonzarlo delante de nadie. Mantener el respeto como punto de partida.

Perdonar al que nos ofende: liberar el rencor y orgullo del corazón ayudan en gran medida para el bienestar espiritual, emocional, mental y hasta físico. “Si vivo pensando en el daño que me causaron, me da un terrible dolor de cabeza y un gran sinsabor”, dijo el sacerdote.

Consolar al triste: estar atento con las dificultades de las personas, en especial aquellas que no son materiales sino más importantes para cada individuo. Dar ánimo y ser optimista, es un don de Dios.

Sufrir con paciencia los defectos del prójimo: entra en juego la tolerancia; es saber que pensamos y actuamos distinto y, esa particularidad, no debe ser motivo de conflicto.

Rogar a Dios por los vivos y difuntos:

 

 

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