Por la puerta del sol
El libro es en buena parte el reflejo de quien escribe, sus vivencias, sus sueños etc. Contiene la historia y circunstancias que rodean la vida de los pueblos. Infinidad de temas llegan a sus páginas, vivencias y sueños de otros. Encontramos igualmente testimonios de la cultura de nuestros aborígenes, las luchas y glorias de quienes nos hicieron libres, etc.
Solo un buen escritor es capaz de mezclar los empujes del tiempo con el polvo de los caminos, seguir la luz de su propio criterio. Es quien escarba sin detenerse en el espacio de su habilidad. En momentos de soledad un libro es incomparable compañero.
Otero Silva, Vargas Llosa, García Márquez, Juan Páez Ávila son conocedores de la realidad de los pueblos, realidad que llevan a sus libros utilizando una figura clave, arquetipo del momento. Abordan, mueven y manejan sus personajes mediante el encantado estilo de su rica prosa; son maestros en el arte de la construcción de relatos; en sus obras no escapa la figura del dictador que arruina, oprime y estanca todo progreso y avance económico, social, educativo. Restauran el lenguaje literario de los pueblos que se quedaron anclados en el tiempo. Los chispazos de su creatividad, dan brillo a otras historias. Conocen muy bien el mapa de las estructuras del poder, de sus injusticias, interpretan a la perfección la resistencia del individuo, sus protestas, rebeliones, sus sueños y derrotas. Saben fundir en uno solo realidades, irracionalismos y mitos. Sus obras fortalecen las vigas de la tradición, quedan esculpidas en la vasta estructura de la historia como parte de la riqueza cultural de la nación.
Leerlos es vislumbrar esa parte humana, bestial, fascinante, obsesiva, apasionada y temerosa de sus personajes, sus necesidades, tedios, cansancios y hastíos. Identifican los quejidos que van dejando las huellas, el chasquido de las hojas secas, el rumor del río. En sus páginas conviven realidades, mitos, angustias, violencias, amor y añoranzas. Perenne es el fusionar de fantasías y realidades de pueblos que se quedaron fondeados en la inclemencia del tiempo. Allí conviven mágicamente las costumbres y anécdotas del autor, mitos, olvidos, creencias; la decadencia de los valores de una época y la misma esperanza sofocada por el ardiente sol del trópico.
La fiesta del chivo es una obra llena de inquietudes, de persecuciones, represiones y abusos de las llamadas ratas del poder, cuya especialidad en desnudarlas y describir la forma perversa en que estas dictaduras ejercen el poder, lleva a su Fiesta del chivo la pluma brillante de Vargas Llosa.
El lirismo y sentimiento de Miguel Otero Silva lo impregnan a él, que a la vez nos impregna de las agonías, angustias y penas del pueblo triste de Ortiz y de otros que existen en la geografía venezolana.
García Márquez despabiló en la memoria la historia del pueblo mustio de Macondo. Ciertamente le dio vida, rescató las raíces secas, entreveró las aguas del tiempo, se fue hacia los momentos idos de la historia colombiana, fue y volvió por el mismo rumbo, subió al cielo, se precipitó en los abismos, pudo otear los efectos de la soledad y de los miedos, sacudió los trapos enmohecidos de las dictaduras de antaño, su memoria imaginativa es un baúl lleno de biografías, salvó del olvido el sueño de los muertos, revivió el paisaje, liberó el encanto de las mariposas, Aureliano Buendía volvió sobre sus pasos, El Gabo, reverdeció la hojarasca del tiempo y las costumbres en Cien años de soledad.
El ardiente sol de Carora ha dado fuego a la inspiración de un escritor singular. Juan Páez Ávila no escribe para el montón, nos procura brío, sabrosura íntima, gracia y toques cordiales en la sutileza y elegancia de palabras y verdades como solo sabe hacerlo un escritor de su talla. Con sus dos últimas obras Crónica de una utopía y Viaje a la incertidumbre nos atrapa definitivamente. En el reflejo de una obsesión Viaje a la incertidumbre, embrujo de una época, no falta el brillo de las auras, tampoco los sueños, debilidades y deseos del hombre. Nos mete de cabeza en su narrativa en la que de tanto buscar el amor y no encontrarlo, vemos al mismísimo cielo soltar el más inmenso de los suspiros… El autor rastrea los acontecimientos y les da vida en cada una de sus últimas obras.
Escribir es relativamente fácil, dar vida a lo que se hace es una verdadera proeza, llegar es ganar la inmortalidad.
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#Opinión: El placer de leer . Por: Amanda N. de Victoria
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