Sin tregua
La doctora María de Lourdes Afiuni conoce perfectamente como funciona la “justicia” en Venezuela. Ella, quien fuera juez y ahora es víctima, aprendió en carne propia que una voz solitaria, estentórea, arbitraria impone las penas en los ámbitos penales y decide en instancias civiles, mercantiles, laborales, de tránsito… Claro, su poder es absoluto y cuenta con un poder judicial arrodillado y siempre dispuesto a refrendar sus sentencias y maldades.
Ella –“la presa del comandante”– a todas luces una mujer sensible e inteligente, tiene la certeza que jamás será escuchada en los tribunales. Entiende que su proceso judicial es un circo, donde tiene que lidiar con maromeros, saltimbanquis y bufones, vale decir, actores de quinta categoría de quienes todos se ríen y nadie toma en serio.
Afiuni conoce el monstruo por dentro y ha estado en ese infierno, por lo que ha asumido el compromiso de ser la voz que clama en el desierto, por aquellos que enmudecen en medio de la inmundicia que ha invadido tanto al poder judicial como al sistema penitenciario.
Seguramente la jueza –refugiada en la lectura– leyó El Proceso, de Franz Kafka, y se ve reflejada en ese laberinto legal que no conduce a ninguna parte. Como un personaje kafkiano, Afiuni, se ve compelida a vivir la pesadilla de una justicia incomprensible, frustrante, oscura y asfixiante. Reflexionará e inevitablemente podrá escuchar su voz interior que le dice: ¡Si esto me pasa a mí que quedará para el resto de mis compatriotas que deben afrontar un proceso legal en este caos, donde reina a sus anchas la injusticia y la venganza!
Y es que antes de poner sus pies en un tribunal la jueza había sido condenada a la pena máxima. Todo cuanto había aprendido en su carrera universitaria se desmoronó frente a una sentencia de un pichón de gorila, de dictador que sustancia todas sus sentencias desde el rencor, el resentimiento y una sed insaciable de venganza. Como K, el personaje de El Proceso, sabía que estaba atrapada: En su caso personal por cumplir con eso que los abogados llamamos “la letra de la ley”.
Uno supone que nunca imaginó la digna magistrada Afiuni que aquello podía pasarle. Era algo inexplicable inclusive para ella. En la cárcel se sintió como un insecto que cae en la trampa de una araña, que solo un milagro pudo salvarla. Como pudo sobrevivió en aquella prisión conocida como el Instituto Nacional de Orientación Femenina –INOF– La abreviatura puede inducirnos a pensar que lo de INOF es porque es inofensiva, nada más lejos de la realidad y la jueza se encarga de demostrarlo en el libro que publicó el periodista Francisco Olivares.
La carátula es elocuente y brutal. Los largos colmillos de un lobo que busca a su presa. La imagen del animal nos recuerda la frase de Thomas Hobbes: “el hombre es el lobo del hombre” Según este filósofo inglés, es inherente al hombre que desee las cosas para sí solo, de allí que su estado natural sea el de la guerra de todos contra todos para imponer su dominio. Esto debe resultar familiar a todos quienes nacimos en esta ribera del Arauca vibrador.
El libro del periodista de El Universal tiene como título Afiuni: la presa del comandante y ha sido objeto de un sinfín de reseñas en los medios radiales, escritos y audiovisuales. La jueza ha entendido que ella es un emblema de la deplorable y lamentable situación que atraviesa el sistema de justicia en esta
caricatura de país que nos va quedando. Es por esta razón que utiliza los instrumentos mediáticos para denunciar su situación, que no se agota en la noticia de una emisora ni en los minutos que le puede dedicar una cámara de televisión y para lo que también resulta insuficiente un reportaje de un periódico.
Este caso necesita un soporte que le dé mayor amplitud para hacer una difusión de largo alcance, tanto en lo espacial como en lo temporal. Hasta este momento contamos con el libro de Francisco Olivares, con la cruda y acertada crónica de José Ángel Ocanto en La campana del desierto el domingo pasado, pero está a punto de aparecer el libro de Agustín Blanco Muñoz con amplia experiencia en entrevistas de profundidad, convertidas en verdaderos testimonios que permiten comprender asuntos tan complejos y difíciles como los que ha vivido-sufrido esta jueza venezolana. Dos libros de obligada lectura para entender lo que pasa en este socialismo del siglo XXI. Volveremos sobre el tema.
#Opinión: Afiuni: “La presa del comandante”. Por: Macario González
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