#Opinión: Estudiantes: ¿con permiso para delinquir? Por: Germán R. Salcedo A.

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Desde hace bastante tiempo la comunidad que hace vida activa en el Liceo Bolivariano Militarizado Experimental Coto Paúl ha venido alertando la situación que históricamente caracteriza a una de las principales arterias viales de la ciudad, como es el caso de la Av. Libertador, a la altura de la Iglesia La Coromoto. No obstante, a las autoridades correspondientes parece importarles poco remediar lo que para algunos parece una pesadilla de nunca acabar.
La gota que derramó el vaso acaba de suceder el día 22 de noviembre, cuando un grupo de jóvenes de instituciones aledañas arremetieron contra la planta física del Coto Paúl (Patrimonio Nacional), los docentes, personal administrativo, obrero y estudiantes; más sin embargo, presuntamente la viabilidad de la legitimación de un proyecto educativo cívico militar parece no cristalizar las buenas intenciones de una comunidad educativa, padres y representantes quienes día a día tienen la esperanza de que las autoridades se aboquen al tema.
“Lo que está a la vista no necesita anteojos…”, dice un viejo adagio popular. Para nadie es un secreto que desde que se inició el proyecto con su nueva modalidad tuvo la receptividad, no solamente de quienes conviven en el plantel sino además de la comunidad de la Concordia, la Ruezga y zonas adyacentes; demostrando un alto rendimiento en el calendario escolar de todas las “Instituciones Educativas” que otrora interrumpieron sus actividades producto de las manifestaciones escolares. Naturalmente, estamos viviendo uno de los momentos más críticos en donde la juventud parece jugar un papel de primer orden, ya que nadie quiere ponerle el cascabel al gato y son los docentes quienes tienen que lidiar con estrategias pedagógicas ajustadas a la anarquía y a la violencia.
En cualquier caso, parece que las leyes vigentes no tienen operatividad en el tema de la juventud y si las tuvieren, los hechos demostrarían todo lo contrario. Para delimitar el tema de la violencia a lo estrictamente local, basta con realizar un estudio hemerográfico de lo que ha venido sucediendo en las inmediaciones de la referida institución educativa, para abrir los ojos y darnos cuenta que el enemigo es silencioso (nadie lo quiere escuchar), destruye todo lo que encuentra a su paso (nadie ha visto nada) y atenta contra la integridad física y humana de jóvenes y adultos (no existen culpables).
Con estas disertaciones críticas y reflexivas, en torno al flagelo que representa la violencia de la juventud, lo que se pretende es alertar a quien pueda interesar para que de una buena vez se solucione el derecho a la educación con valores y disciplina militarizada, lo cual sirve de estímulo para todos los protagonistas de esta telenovela de violencia, y para que se cambie el guión de las páginas de los diarios (víctimas y victimarios) a una nueva fase de encuentros deportivos, actividades recreacionales, intercambios de saberes, entre otras tantas actividades que enaltecen y reorientan la energía de la juventud.
En sintonía con las políticas del Estado venezolano, también se debe recordar lo que el destacado periodista y luchador social, Fabricio Ojeda, llegó a plantear: “Venezuela, (…) necesita un cambio profundo para que los derechos democráticos del pueblo no sean letra muerta en el texto de las leyes; para que la libertad exista y la justicia impere; para que el derecho a la educación, al trabajo (…) y al bienestar sean verdaderos derechos para las mayorías populares y no privilegio de escasas minorías.” (Fabricio Ojeda: Discurso de renuncia al Congreso. 1962).
Queda en las manos de los lectores este artículo para la reflexión, y desde luego, a la disposición de las respectivas autoridades municipales, estadales, regionales y nacionales con competencia, para que den respuestas oportunas y revivan la letra muerta de las leyes, toda vez que se den respuestas, (valga la redundancia) desde la práctica ante el titular que encabeza esta pequeña observación…

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