Lectura
Cuando nos ponemos a hacer algo, en mi caso, escribir; ninguna ambición nos motoriza. En una extensa región del norte de Italia está la Lombardía, cuya capital es la ciudad de Milán. Igualmente en esa región se sitúa la ciudad de Cremona. Cremona es muy célebre por ser la cuna de los violines más famosos que la humanidad haya conocido en el mundo entero. Su historia es por demás honesta y sencilla: Andrea Amati, cremonés, vivió en el siglo XVI (1520-1580). Toda su vida la dedicó al oficio de la elaboración de instrumentos musicales, sobre todo perfeccionó el violín. Fue un gran lutier, como generalmente se les conoce. Andrea tuvo dos hijos: Antonio y Girolamo. Ambos vivieron entre los siglos XVI y XVII. Antonio: (1550-1638); Girolamo: (1551-1635). Los dos, desde muy jóvenes, como su padre, se dedicaron a la fabricación de instrumentos, violines, sobre todo. Inconformes, como fueron, insistían en el perfeccionamiento y así consiguieron el perfecto secreto para la suprema calidad del violín, su impecable sonoridad.
Girolamo llamó a su hijo Nicola (1596-1684). Nicola continuó la tradición del abuelo, de su tío Antonio y de su padre. Los Amati dieron cimentada fama a Cremona. Fiel a su familia, los violines de Nicola en nada desmejoraban la acreditada fama de los Amati.
Nicola fue el profesor de Antonio Stradivarius, cremonense, (1644-1737), y padre del último de la dinastía de los Amati: Girolamo II. Giuseppe Antonio Guarneri, igualmente cremonense, (1698-1744) fue alumno del último de los Amati: Girolamo II y tanto Stradivarius como Guarneri, por esas secretas propiedades de la vida, con la técnica de los Amati, se hicieron de la fama con sus violines; sobre todo, Stradivarius produjo un violín que no tiene ningún rechazo por los ejecutantes más virtuosos. Decir Stradivarius es decir lo supremo en violines. La resonancia, la musicalidad y el diseño son cualidades sobresalientes del violín Stradivarius.
En el Teatro Municipal de Caracas tuve la satisfacción de oír estos violines en la ejecución de virtuosos como: Yehudi Menuhin, de Isaac Stern y de Jacha Haifes en obras como el Concierto para violín y orquesta de Nicola Paganini. Pero lo más novedoso para mí fue que conocí en la década de los años cincuenta del siglo XX, aquí en Barquisimeto un violín Stradivarius. Era de una señora que no conocía nada de música y, por lo tanto, de ejecución del instrumento. Su capricho pareciera concretarlo en conservarlo; no venderlo. De modo que no aceptaba proposiciones de compra. La señora ya no se encuentra entre los vivos y toda su familia se extinguió. Del Stradivarius no se supo más. Quién sabe a dónde fue a parar esa joya. Las cosas que suceden. Cremona es la cuna de los violines y tiene como una joya de tradición violinística el museo Stradivarius.
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#Opinión: Los Amati. Por: Carlos Mujica
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