#Opinión: El relato policial en una novela de Juan Páez Avila. Por: Juandemaro Querales

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El relato policial –tan escaso en nuestro país- encuentra lugar en la última novela del narrador caroreño Juan Páez Ávila: Viaje a la incertidumbre. Maltiempo Editores.Caracas.2012. Como parte de una trilogía que comenzó con Crónica de una Utopía. 2010, persigue la intención babélica de recoger la polifonía de voces que a modo del coro griego, van liberando los ropajes de los distintos actores que nacen a raíz del desplome de la Venezuela de la modernidad, la misma que se trazó el camino a recorrer la madrugada del 4 de febrero de 1992, y aun hoy buscan domesticar la lava volcánica que cruza el cuerpo de la sociedad, capitoste de los golpes fallidos que como un castigo la mantiene sumida en una anomia.
Isa Montes es la excusa para borronear 250 páginas, mito-personaje que es uno y mil sujetos, Erinia diosa de la antigüedad griega, deidad cruel personificada en una mujer con rostro de ave de rapiña y alas de murciélago, encarna el castigo a las bajas pasiones del genero humano, también se le conoce como Las Furias que la venganza ilustra con más detalle, se suele asociar como la Némesis. Esta Isa Montes posee la particularidad de mutar, personaje proteico, que guarda estrecha relación con la memoria superficial del narrador traidor , cuyo engarce oculto convergen el demiurgo y el encantador de vidas, en esta narración de historias banales se rinden pleitesía y se obliga a que caigan de rodillas debilidades mundanas como la tentación de la carne y el culto por la frase meliflua, que emplean como código referencial las mujeres gato cuando quieren vencer a sus amos domesticador del látigo y el báculo de pastorear pueblos.
En contraposición de los niveles del discurso se impuso unos profundo o subterráneo, donde una villana sartreana,una delincuente en el discurso ambiguo en la connotación del materialismo marxista que ya ha sido abandonado por la crisis de la filosofía de fines del siglo XX. Se trata de antiguos héroes sacados de los manuales de la antigua URSS, trasplantes mecánicos de la dictadura caribeña de Fidel Castro. Cuando se cruzan las coordenadas de ciertos significantes, se desnudan las viejas historietas y en su lugar emergen una Isa Montes, una Mariza, un Pancho Montes, una Rosana, un Portales, un Aníbal Correa, un Domingo Noriega, los Jonás Barrientos; bestiario fantástico habitado por Jorge Luis Borges, reseñados por las policías nacionales y extranjeras como el FBI, la DEA y el DAS colombiano.
A Juan Páez Ávila se le ocurrió la genial idea de despachar sus historias de antiguos guerrilleros de pie de monte andino y actuales capos del narcotráfico, desde una estructura narrativa correspondiente al relato policial, allí se dan cita en un escenario coránico jueces y fiscales venales; todos protegidos por la complicidad de las policías del régimen con leyes aplicadas por un Estado en franca retirada. L a estructura de novela policial le ajustó como anillo al dedo, episodios serializados que se cortan de plano para dejar fluir sermones moralizantes manidos donde se asoman felones y truhanes de la picaresca que engendró el gánster del chicago de la gran depresión; reptiles con disfraces de revolucionarios ajustados al Manual del Guerrillero del Che Guevara. Circo fatal que sigue muy de cerca a Manuel Vázquez Montalbán con su anti-héroe arquetipo Pepe Carvalho, en este libro de un viaje hacia nada se nota que el narrador ha cogido el guante correctamente, con buenas historias de un país volcánico, que dejó atrás a la fauna preglacial de un Salvador Garmendia; fijando escuela desde el tanteo y la brusquedad que le imprime a su pregón.
Isa Montes o el narrador de la emboscada donde cada segmento conforma una búsqueda al sicologismo , a través de decoraciones teatrales que les sirven de bisagras, con la trampa de un lenguaje del periodismo reporteril donde lo único que salta a la vista es el truco de la imagen de los masmedia y las postergaciones de un tiempo y un personaje que flota como en una atmosfera del Mar del Norte, es la neblina o la ceguera de los impresionistas, nunca se completa la narración: son los crímenes no resueltos, que llaman cangrejos en el argot policial, que falta nos hace un Fermín Mármol León de Cuatro Crímenes, Cuatro Poderes. Isa Montes atraca bancos, crea frentes guerrilleros, reparte armas y municiones, viaja por el mundo a países parias que financian el terrorismo, pero no existen evidencias concretas, siempre es el parte policial o de inteligencia de las agencias, selva de confidencias que van sobrealimentando al lector.
Es una buena novela ya que rompe con los moldes tradicionales del viejo realismo, herencia que arrastramos del boom latinoamericano. Viaje a la Incertidumbre atrae y provoca repulsa como en un proceso dialéctico, sus ancestros lo entroncan con lo mejor de la picaresca, su linaje cervantino respira a “Rinconete y Cortadillo”, también en un solo curso lo mejor del clásico policial con Agatha Christie con su Hércules Poirot, también se da cita Umberto Eco con su En Nombre de la Rosa.

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