Cuando una prisionera ingresa por primera vez al penal, sea quien sea, la norma es que a la recién ingresada la mandan al Praga, una zona de reclusión muy temida ubicada en el piso tres. Es el peor pasillo. Allí están los machitos.
Éstos son los líderes del penal, dice la jueza María Lourdes Afiuni al hacer sus confesiones que dieron base al libro “Afiuni, la presa del comandante” (publicado por la editorial La Hoja del Norte), de Francisco Ollivares, periodista de investigación del diario El Universal.
Las mujeres “machitos” manejan el tráfico de drogas, alcohol, la prostitución y en especial a las reclusas.
A las nuevas internas suelen enviarlas al Praga, el área más peligrosa. A la machito que le toque el “turno” ese día, esa nueva interna es suya. Cada una de ellas tiene su grupo de reclusas.
Por ejemplo, en ese piso había 150 mujeres. En todo el penal hay 953 reclusas. En el Praga la nueva reclusa debe someterse a sus deseos: tiene que bañarlas, tener sexo oral con ellas, en fin dejar que ellas la pongan a hacer lo que quieran. Buscarles la comida. Se convierten en su esclava. Y así pues, la nueva interna va ascendiendo en la medida en que va respondiendo y adaptándose a las leyes de convivencia.
Señala la jueza que el artículo 374 del Código Penal determina pena de 15 a 20 años para la persona que ejerce la custodia y somete a su víctima a este tipo de régimen que está descrito.
El libro revela que la jueza fue víctima de violación en el INOF, a donde fue enviada por un tribunal después de ser condenada por el presidente de la República, Hugo Chávez, en una transmisión por radio y televisión por haber dictado la libertad a Eligio Cedeño, quien había sido encarcelado y no se le había juzgado después de dos años.
Durante su cautiverio, la jueza revela que “de pronto se despertó tirada en el suelo. Le taparon la cara y le dieron una golpiza. Tiempo después le aparecería una lesión en un seno que pudo haber tenido su origen en esa golpiza.
Sus atacantes eran mujeres, “machitos”. Pero, junto a ellas cree haber escuchado una voz masculina, aunque duda y piensa que tal vez era una de las machitos que suelen tener una voz varonil.
De la golpiza le quedaron marcas de hojillas en las piernas, moretones y heridas en varias partes del cuerpo. Le dieron patadas. De ese ataque también se le originó una lesión en el vientre y en la vejiga que unos años después requeriría de una operación.