Por la puerta del sol
Al querido cuñado, patriarca de la familia don Eduardo Ángel (QEPD). Enviamos para el álbum familiar como recuerdo el humilde homenaje de la familia Victoria Niño de Barquisimeto. Llegue a todos nuestros familiares allá en el Valle del Cauca el abrazo fraterno y nuestras oraciones.
Nada que sea materia es lo suficientemente fuerte y poderoso para luchar contra el destino, ganarle la partida y poder detener el viaje final del hombre. El alma se desliga del cuerpo, clava el tronco para colgar la vela errante que ha de perderse en el ancho mar del infinito.
En este vaivén de la vida la muerte decide el día y la hora final a cada uno. Unos se van adelante, otros en algún momento los seguiremos. En esta jornada transitoria todo es humo y pesar; humo es la alegría y humo es la vida, humo es el amor, humo es todo hasta el triste momento en que la muerte decide llevarnos en su tétrica piragua.
En esta ocasión tocó el turno de partida al patriarca de la familia Ángel Victoria. Se fue el querido “cuñao”, el hombre que fue maestro en el arte de la fe y la esperanza, de la humildad, de la tolerancia, la paciencia, la buena voluntad, el ánimo dispuesto y la sonrisa siempre a flor de labios. Se fue el amigo, el padre, el abuelo, el tío, esposo, el cuñado, el hombre sin igual que hoy se aleja de este vendaval de la vida.
Nos unió a Eduardo Ángel entrañable afecto, todos los que tuvimos la dicha de formar parte de su familia, sentimos dentro del pecho permanente admiración hacia aquel hombre ejemplar que hoy ha rendido a la tierra nutricia, la ofrenda de su vida.
Solo la muerte podía detener a este hombre fuerte y gentil, quien a todos enseñó que es mejor aprender a amar la tempestad de la vida que temerla, que es mejor irse derrotado pero erguido, no favorecido pero arrodillado, que la fe nunca debe cansarse ni agotarse la paciencia, que elegir los atajos no siempre es acertado, que volar sobre el pantano no obliga nuestras alas a mancharse de sus lodos. De este hombre aprendimos que un desacuerdo puede llegar a ser el más corto camino entre dos que piensan.
La vida es maestra de los que la observamos con detenimiento y la estudiamos para comprenderla y disfrutarla de la mejor manera. Siempre estamos aprendiendo no solo de ella y de la naturaleza sino de maestros como Eduardo Ángel, a sembrar las semillas de la experiencia en surcos de la esperanza, a no permitir que se nos mueran los anhelos, ni las ganas de vivir atropellen las tiranías de las depresiones, a no ni vivir encadenados bajo las sombras del tedio y la decepción, a huir de las soledades y encierros que construyen los pesimistas dentro de ellos mismos y a calibrarlas, cuando entendemos que la vida cuando se cuelgan los guantes de la lucha, más que verdaderos amores y compañías nos muestran soledades a granel.
Las energías de un hombre como él solo las podían atajar la fatiga de sus fuerzas y el crudo invierno de los años.
De este hombre superior conservaremos la constancia de su sentimiento, lo inolvidable de sus atenciones hacia la familia, lo incondicional de su cariño. El hombre cuya voluntad fue constante como las hormigas, capaz como diría don Marco Antonio: “porque así son los asoma´os, ancestrales maestros de ensueños, huidizos vientos a la vera del camino, cultivadores del alma como lo único real de la existencia, y veneramos el cuerpo como la carroza que la lleva al horizonte sin fecha en el calendario”…
Eduardo Ángel hijo de Cartago tierra mezclada con la sangre del indio, de Europa y de África, está enclavada en el Valle del Cauca, cuna de grandes hombres, semillero de poetas, escritores y de hombres de mucha bizarría.
Para algunos la vida es un sueño, una mentira, para otros un eterno ahora, para el sabio es la medida en que se viva poco o mucho, para otros es alentar toda aspereza en el arte de vivir, para algunos es vivir loco de crepúsculos y mañanas, para los grandes es un concierto de armonías y al final morir agradecidos.
“Solo cuando bebamos del río del silencio cantaremos de verdad y cuando alcancemos la cima final de nuestra montaña será en ese momento cuando empecemos a ascender hacia el reino de la paz.» Khalil Gibrán
Ganaste el premio máximo al que cabe aspirar en la vida. Gracias por todo el amor que nos diste, gracias patriarca.
