«Lechugas verdes», «el innombrable», «benjamines». Llamado por una serie de sobrenombres para evadir las estrictas restricciones en Venezuela, el dólar en el mercado paralelo se ha disparado hasta casi cuadruplicar su cotización frente a la divisa controlada.
Desde el arranque de la campaña presidencial en julio, el dólar informal ha subido cerca de 45 p or ciento, según operadores, p o r una escasez sin precedentes de billetes verdes fuera de regulación, lo que eleva la presión sobre el complejo control cambiario y enciende las alertas ante una devaluación.
Esto, unido al creciente déficit fiscal del país petrolero, el rápido incremento de la deuda interna del Gobierno y el aumento del gasto previo a los comicios en los que Hugo Chávez ganó un nuevo mandato, sugieren que más temprano que tarde el Ejecutivo deberá apurar medidas para hacer rendir sus bolívares, seg ún economistas.
«La oferta ha caído y tiende a cero. Nunca, jamás, se había visto una sequía tan fuerte», dijo un operador de un popular portal que publica a diario la cotización del dólar flotante refiriéndose a él como «lechugas».
La ley venezolana prohíbe difundir los precios de la divisa no oficial, por lo que los participantes de este mercado se han hecho expertos en disfrazar sus transacciones de compra o venta.
Mientras los rumores de devaluación del bolívar se multiplican y suben los costos de reposición, el encarecimiento del dólar en el mercado negro podría convertirse en un obstáculo en la aspiración del Gobierno de frenar la inflación y abastecer los anaqueles para la sensible temporada de Navidad.
«La situación para diciembre se ve fea para importar. Los que tienen dólares no los quieren soltar porque se quieren proteger de la devaluación», dijo un comerciante que recurre al mercado paralelo para importar artículos electrónicos y que este año desistió de las compras al no conseguir divisas.
Venezuela aplica un férreo control de cambio desde el 2003 que fue modificado por última vez en el 2010 cuando se unificó un sistema dual de administración de divisas y se estableció una cotización oficial de 4,3 bolívares por dólar.
Aunque no existen cifras oficiales que indiquen el tamaño del mercado paralelo, la firma Econométrica calcula que cerca de 20 por ciento de las importaciones se realizan con dólar negro.
Desde grandes empresas que importan bienes considerados «no esenciales» hasta particulares que requieren divisas para viajar, miles de solicitudes de dólares se quedan sin respuesta. Incluso algunas firmas trasnacionales han revelado que se ven obligadas a recurrir al mercado negro para repatriar capitales.
El gasto venezolano cayó un 34,3 por ciento interanual en términos reales durante las cuatro semanas tras las elecciones de octubre, según cálculos del Bank of America, lo que según la firma indica que la corrección fiscal ya comenzó.
«Vemos un ajuste a la baja del gasto, acompañado de una fuerte devaluación, l o que llevaría a un fortalecimiento de la posición fiscal de Venezuela y a la disminución de la necesidad de emisiones externas», escribió la institución.
Recetas para devaluar
Una quinta devaluación del bolívar desde la introducción del control de cambio ayudaría al Gobierno de Chávez a ordenar los libros contables, pero también podría despertar el descontento de los venezolanos al presionar a una subida de los precios de los alimentos y de otros bienes.
Pero economistas se inclinan por creer que ante la proximidad de las elecciones regionales de diciembre, donde el chavismo se jugará estados clave y la oposición su permanencia en la escena política luego de la cómoda victoria de Chávez, cualquier medida cambiaria sería postergada al menos hasta final del año.
Las elecciones de alcaldes en abril del 2013 podrían volver a posponer la medida.
Aunque el Gobierno se niega a dar pistas de cómo y cuándo equilibrará las cuentas y apaciguará las presiones cambiarias, analistas prevén que si opta por una devaluación tradicional, el nuevo precio del dólar oficial podría ubicarse entre 6,5-7,5 bolívares.
Por lo general, los ajustes cambiarios encarecen los bienes importados, esenciales para la economía venezolana, contribuyendo a la impopular inflación y provocando compras nerviosas.
No obstante, una devaluación también brindaría aire al maltrecho flujo de caja de la estatal Petróleos de Venezuela (PDVSA), la principal exportadora del país, que desde el 2009 arrastra multimillonarios pagos pendientes a sus proveedores, una cuenta amortiguada parcialmente con la frecuente emisión de bonos de deuda.
Es precisamente el retraso en los pagos en dólares a los proveedores de PDVSA una de las razones de la limitada oferta en el paralelo en los últimos meses, según analistas, quienes agregan que otros suplidores del Gobierno están cobrando por sus servicios sólo en moneda local.
Documentos oficiales filtrados por asesores económicos de la oposición muestran que funcionarios del Gobierno prevén para este año un déficit fiscal consolidado -incluyendo el monto de una serie de fondos parafiscales- de un pesado 18,8 por ciento.
Pero el Gobierno no ha precisado públicamente a cuánto asciende, a pesar de que sí ha admitido que tiene déficit.
Además, el saldo de la cuenta corriente del país petrolero disminuyó a 3.552 millones de dólares en el tercer trimestre, casi la mitad de lo anotado en el mismo período del 2011.
Mientras que la porción líquida de las reservas internacionales, destinadas a las importaciones y al pago de deuda, se ubicó en octubre en 1.600 millones de dólares.
Devaluar sin devaluar
Chávez podría diluir la factura política de una devaluación introduciendo ajustes no ortodoxos como el retorno a un sistema de cambio dual, la reducción de las listas de bienes que reciben dólares a 4,3 bolívares o el ajuste del tipo de cambio en el sistema secundario oficial del SITME.
Luego de desaparecer de un zarpazo un sistema alternativo de divisas operado por casas de bolsa a través de la compra y venta de títulos valores, argumentando un rápido aumento del precio, el Gobierno estableció un sistema propio de transacción de deuda manejado por el Banco Central llamado SITME.
En las últimas semanas las asignaciones a través de este sistema, que vende dólares a 5,3 bolívares, han caído a mínimos del año, mientras que las liquidaciones a 4,3 bolívares apenas subieron un 4,5 por ciento interanual hasta fines de octubre.
Economistas estiman que, de haber una devaluación, el tipo de cambio en el SITME rodaría los 8 bolívares por dólar.
Las importaciones a la tasa controlada para bienes esenciales representan cerca del 40 por ciento del total, mientras que las autorizadas por el sistema secundario del Banco Central suman una tercera parte, según datos del Gobierno.
«Es difícil evaluar lo que es en última instancia una decisión política, aunque las autoridades no pueden ignorar lo que está pasando a ser un grave desequilibrio macro», dijo la analista Siobhan Morgan en Nueva York.
Morgan destacó como evidentes el declive en el suministro de dólares a través del SITME y el aumento del gasto preelectoral para proyectos sociales.
Una fuente de PDVSA dijo a Reuters que para dar combustible al SITME, las autoridades afinan una operación de reapertura de bonos de deuda para ser colocada en una emisión privada entre la petrolera y el ente emisor, pero agregó que aún esperan la aprobación del despacho de Finanzas.
El ministro de Finanzas, Jorge Giordani, ha hecho público su rechazo a las frecuentes emisiones de deuda internacional, por sus altísimas tasas, que han superado el 12 por ciento.
Por el contrario, ha virado la política económica al endeudamiento en bolívares -las emisiones en moneda local crecieron un 40 por ciento interanual este año- y pidió al Legislativo que apure una reforma fiscal que cobre más a quienes ganan más.
También evita hablar sobre un posible ajuste cambiario.
«De la devaluación no habla ni la Reina de Inglaterra», ha repetido Giordani, ortodoxo defensor del socialismo al que Chávez intenta encaminar a Venezuela.
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