Desde mi temprana juventud he sido un lector pertinaz y perseverante de la llamada novela policíaca. Aún conservo en mi biblioteca algunos de los más emblemáticos tomos de la Colección El Lince Astuto – la roja – que publicaba Aguilar, incluyendo algunos ejemplares de la Colección El Séptimo Círculo que tan dedicadamente dirigían Borges y Bioy Casares.
Así que no puedo sino regocijarme por la aparición de la novela El Requetemuerto de José Pulido, cuya lectura emprendí de cabo a rabo, parándome sólo para almorzar o ir al baño. Es que Pulido ofrece una verdadera obra maestra en la que un muerto es verdaderamente un requetemuerto, en virtud de que el mismo fue asesinado tres veces en una misma noche.
La victima, Aníbal Milesio, es un celebrado pintor de intensa actividad sexual y etílica; más que pintor, en vida era un verdadero y redomado sonsacador de vaginas, a quien le dio por “trabajar en vivo y en directo una vagina verdadera”, creando cuadros muy solicitados y comentados “de vaginas como grutas y caracoles”. El escritor, rico en imágenes y conceptos, recuerda que: “la vagina es un canal de paredes rosadas como las rosas, húmedas y cálidas. Lubricadas y calientes. Su nombre significa “vaina”, como la guarida donde duerme la espada.”
Milesio, el orgulloso sonsacador de vaginas, fue hallado muerto en su casa – taller por Herminia Constanza, la señora de servicio. De acuerdo con el reporte forense: “Al pintor le inyectaron en el cuello una enorme dosis de hioscina, mejor conocida como escopolamina. Eso fue algo tan bárbaro que le produjo insuficiencia respiratoria y colapso vascular (…) La bala calibre 22 que le dispararon en la tetilla izquierda entró en el pulmón y fue como un pellizco para un hombre que ya estaba muerto. Lo mismo podría decirse del traumatismo cerebral (…) Cuando le reventaron la cabeza y los sesos se desparramaron por todas partes, el pintor ya era un alma sancochada en las pailas del infierno…”
Este enrevesado y extraño asesinato debe ser resuelto por la Comisario de Homicidios Nedytza Yamilet Samarcanda López, mejor conocida como la jefa Samarcanda. Pulido describe la brujería que la comisario utiliza para llevar a buen término sus investigaciones: “Aparte de las investigaciones puramente científicas, lo que a ella le ha dado mejor rendimiento es el contacto con la gente, la preguntadera, la entrepitura. Siempre saca algo interesante con eso (…) Además lo de ella es la vivencia. Sabe utilizar los planos virtuales; la imaginación es uno de sus atributos, pero aparte de preguntar a diestra y siniestra, lo que más le satisface es ir a los lugares, recorrer los espacios, conocer el terreno, fastidiar a la gente. La comisario Samarcanda se los dijo una sola vez: le gusta emplear un método sencillo pero de mucha raigambre: la mayéutica (…) que era el método de Sócrates. Significa interrogación.”
De esta forma, la comisario de Pulido realiza su personal aporte al mundo de la investigación criminológica. No se vale sólo Samarcanda de las técnicas forenses tan en boga, de la biometría, del ADN, de la caligrafía, de los perfiles psicológicos o geográficos, de la deducción, de los lofogramas, de la balística o de la genética, que conoce a la perfección; lo de ella es un método filosófico de larga data: la mayéutica. Y no podía ser de otra forma para quien dedica sus ratos de ocio a leer con fruición a Leibniz y a Kant para desentrañar lo que se oculta en el lado más oscuro de lo humano.
Para sorpresa de muchos, el protagonismo de esta novela está representado en las múltiples vaginas y vulvas que el asesinado pintor conoció y disfrutó, pero en especial, las muy peligrosas de su ahijada Ceylanis, de su comadre Edelmira, de su tarambana amante Mariam y de su madrastra Minerva, sin contar también la de la fallecida madre de Mariam, su joven y alocada amante.
Milesio y Samarcanda son dos buenas y excelentes excusas para la enrevesada trama vaginal que Pulido teje y resuelve con la ayuda de uno de los autores y personajes favoritos de la comisario Nedytza, quien tomada por sorpresa le pregunta a su medio hermano Toto:
-¿Qué obra de teatro me dijiste que vamos a ver?
-No te dije nada. Pero es la tragedia de Ricardo III, ¿qué tal? Tu jorobado preferido, tu Shakespeare delirante.