La Laguna, en el pueblo de San Miguel, municipio Jiménez, mantiene la ausencia de los servicios públicos. No dejan de sufrir necesidades debido a la falta de cloacas, por apenas nombrar una de las tantas preocupaciones vecinales. La red colectora es pedida en todos los gobiernos, pero no ejecutan la cuantiosa obra en la pequeña barriada.
Mientras tanto, los vecinos continúan haciendo uso de pozos sépticos, peligrosos e insalubres, para las familias del popular sector. Franklin Moreno, habitante, declaró que desde siempre utilizan “letrinas”, resignados al hecho de vivir en una zona rural. No obstante, pidió a las autoridades de la hidrológica, al menos, chequear la red de tuberías de agua que necesita más presión.
Si bien reciben el vital líquido tres veces por semana, sale poca cantidad de los grifos, resultando casi imposible rendir el mineral entre los diferentes quehaceres. En otros casos, el agua es de color marrón, y no puede ser utilizada para preparar los alimentos. Alrededor de 50 familias son perjudicadas con la irregularidad en el suministro.
Por otro lado, sostienen que la entrada al pueblo, justo donde está ubicada la comunidad, tiene un rostro desfavorable. La capa de rodamiento tiene huecos y hasta zanjas por doquier, poniendo en riesgo a los conductores, aunado al hecho de que no hay alumbrado público en ese tramo.
Faltan viviendas
Asimismo preocupa la falta de solución habitacional hacia este lado del municipio agricultor y artesano. Las familias que recién están conformándose deben vivir con su parentela ante la ausencia de viviendas construidas por el Estado. En La Laguna y otras comunidades de San Miguel, es necesario un plan que ponga fin a las incomodidades de no contar con un domicilio propio.
Marisela Suárez, vecina, explicó que el hacinamiento en las casas familiares es un problema de todo el pueblo. Exhortó al gobierno regional y municipal, a concretar los programas sociales en materia habitacional a fin de dar alegría a los niños que duermen en los mismos cuartos con sus padres, incluso, en la misma cama.
“No tenemos espacio para nada. Dormimos unos con otros porque no hay lugar para muebles, ni otras personas. Vivo en casa de mi mamá, en un cuarto muy reducido, junto a mis tres hijos”.
Fotos: Elías Rodríguez