Una corta conversación con un estudiante de cuarto año de medicina de la UCLA,con cinco hermanos buenos deportistas y excelentes estudiantes; su padre profesor, conocedor y seguidor de las prácticas deportivas llegando al extremo de trasnocharse para ver alguna actividad de su preferencia por televisión; toda esa amenatertulia con el joven sobre deporte, me dio luces para entender el peligro que significaba no castigar a un ciclista, hasta hace poco algo fuera de lo común, ganador de siete Tours de Francia con más de 30 mil kms recorridos en esas maratónicas pruebas, una verdadera proeza en los libros del deporte. Me refiero a Lance Armstrong pedalista norteamericano, quien aparte de ser un consecuente ganador, tuvo la valentía de enfrentar una terrible enfermedad: cáncer.
He seguido con verdadera atención este caso por muchas razones; primero soy un amante de los deportes y el ciclismo es uno de mis preferidos; hace muchos años tuve la oportunidad de vivirlo muy de cerca en mi tierra natal: el Tigre estado Anzoátegui, cuando apenas estaba rondando los doce años. Casi todas las pruebas pasaban por el frente de una humilde vivienda alquilada por mis padres y cuando las realizaban alrededor de la plaza Bolívar algo retirado me escapaba para verlas; en segundo lugar soy un admirador y amigo del mejor ciclista de Venezuela en la última década, el destacado escalador José Rujano; y en tercer lugar desde que tengo uso de razón, le hecho frente al uso indebido de las drogas y en este caso de los estimulantes, por el grave daño que representa para la humanidad; además, siempre he estado en contacto con viejas glorias del ciclismo en Portuguesa como: Argenis Salazar, Martín Jiménez y el internacional Ramón Guillén, quienes me bautizaron conel apodo de un conocido locutor del ciclismo colombiano, al que siempre andaba imitando: el viejo “requetemacanudo”.
El juicio a Armstrong ha acaparado la atención del mundo deportivo, llegando al extremo que cinco periódicos europeos publicaron notas, explicando los métodos utilizados para doparse; calificándolo como un hecho vergonzoso y traumático para el ciclismo; no exageran cuando dan esos razonamientos; las drogas y los estimulantes son un terrible flagelo para la humanidad, alimentando muchas veces confusión en la juventud como la opinión del alumno de medicina, cuando trató varias veces de hacerme entender que, sin la “ayuda” de los estimulantes este ciclista hubiese conseguido los mismos resultados; esa aseveración nadie puede comprobar a pesar de los adelantos tecnológicos; pero además hay algo más grave aún, hacerse partícipe de inducir a otros atletas al uso de estimulantes para mejorar el rendimiento es un delito imperdonable. Cuando se compite haciendo uso de sustancias prohibidas para mejorar la capacidad deportiva, sencillamente estamos actuando con ventajas antes nuestros rivales y además estamos infringiendo leyes establecidas en los reglamentos deportivos.
Todas las pruebas presentadas contra Lance Armstrong lo colocaron contra la espada y la pared sin argumentos para defenderse; buscó agarrar como una tabla de salvación la fundación contra el cáncer llamada “livestrong”, creada por él y algunos seguidores motivados por la enfermedad que padeció, algo parecido cuando se naufraga en alta mar; esto no fue suficiente para enfrentar las acusaciones que lo llevaron al juicio final: despojado de los títulos y obligado a devolver el dinero ganado con las trampas señaladas; una vulgar estafa en el ciclismo. Esta firme decisión es un faro de luz para millares de jóvenes principiantes en el deporte.
El juicio deja un precedente en el mundo deportivo; seguirán las opiniones encontradas entre los aficionados y fanáticos; algo parecido a la política; algunos seguirán con la idolatría hacia el ídolo sin entender el grave daño creado por el fanatismo; rechazan las pruebas presentadas por los ex-integrantes del equipo donde formó parte este “admirado”pedalista. Con todos estos obstáculos el ciclismo seguirá rodando en todas las carreteras del mundo, pero llevará un pinchazo en su historia, una mancha casi imposible de borrar, producto de los triunfos fraudulentos de un hombre que parecía invencible. Lance Armstrongfue derrotado por la justicia. Un triunfo de la verdad frente la impunidad en un mundo amenazado por la epidemia de las drogas y los estimulantes.