Por la puerta del sol
“Solo el hombre vulgar necesita embellecer sus errores e incapacidades” (Confucio)
Elegimos a nuestros gobernantes creyendo que cumplirán la promesa de respetarnos y solucionar los problemas de la región. Pronto se quitan la careta de oveja para mostrarnos sus garras y hocico de lobos. En lugar de lo prometido se dedican a permanecer en un aburrido enfrentamiento con los de la otra orilla y a vivir a cuerpo de rey. Por lo mismo es que Bolívar decía que es la ignorancia de los pueblos el instrumento ciego que los lleva a su propia destrucción. Las propias actitudes de los gobernantes los muestra tal cual son. Cuando los vemos tan groseros, fanfarrones y mal hablados, entendemos por qué Bolívar insistía en que era indispensable que los legisladores ingresaran a una escuela de moral, antes de ocupar un puesto público.
La anticultura es la tendencia que afecta a todos, que desintegra y atrasa, el negativismo que lleva a la involución.
Vivimos dentro de un sistema cuyos dirigentes empezando por quien lleva las riendas y quienes nos representan en la Asamblea Nacional, no saben de respeto ni conocen palabras de altura, que no debaten se insultan, que no dialogan gritan, que no acuerdan y todo lo imponen a capricho. Son los que estarían mejor en una gallera o un ring de boxeo que en un sitio honorable como este. Lo resaltante es que una sociedad manejada de esta manera nunca progresa, ni avanza en nada.
Los países dueños de un elevado desarrollo cultural se reflejan en su nivel de vida cómoda, de ascenso, en el orden, en la tranquilidad, respeto, trato a sus animales, al medio ambiente, educación, convivencia armónica y civismo de todos sus ciudadanos.
Si por casualidad en la Venezuela actual necesitamos acudir a una oficina, banco, hospital o institución pública o privada nos enfrentamos a un verdadero desafío de paciencia y aguante. Al hablar de lo que necesitamos nos enfrentamos al rostro feo, hostil, huraño, déspota y desconsiderado del empleado o empleada que olvida que si no fuera por quienes llegamos a estas oficinas no tendrían una ocupación remunerada. A la gran mayoría de estos empleados no le caería mal un cursito de relaciones humanas y leerse el Manual de Urbanidad y buenas costumbres. Cortesía, generosidad, sinceridad, diligencia y amabilidad es lo único que pide quien va a esas instituciones.
En una sociedad el respeto es el primer dominador, luego viene la armonía y demás virtudes, elementos que la hacen próspera y tranquila. La cultura es lo que diferencia al hombre del animal, que lo revela e identifica. Es esta el resultado de su inteligencia y voluntad. La fuente de los valores del espíritu se cimentan en la moral de cada uno. Los principios son imperativos básicos para la convivencia.
De todo hemos aprendido, fuimos a la luna, las computadoras son fantásticas, es fantástico el internet, avanzamos, tenemos el módem, el ratón ordenador, la tecnología láser, el ADN, la cámara digital etc. Todo cambia y se renueva… pero hemos olvidado vivir como seres que razonan, como hermanos que conviven dentro de la misma tierra, bajo el mismo cielo, con las mismas libertades, deberes y derechos. La anticultura se ha vuelto ley. Unos pueden ofender a como les venga hacerlo, pero no quieren ser tocados ni con el pétalo de una flor. Se vive en total anarquía, para unos hay ley para otros no, a unos se les exige a otros se les concede. ¿Hacia dónde vamos? En las virtudes el respeto no solo es el dominador sino lo primordial. Las sociedades son prósperas cuando se mantienen las relaciones en plena armonía y paz.
Para el hombre primitivo todo era osco, burdo. Acomodó sus alfarerías a sus necesidades. Fue haciendo el camino y lo cultivó. Natural y auténtica fue su cultura. Todos trabajaban para todos en franca armonía. Eran felices con lo que creaban, se consideraban afortunados, vivían contentos, eran fraternales, unidos y fuertes sus lazos. No fueron a una escuela pero se respetaban y trataban bien. Es en este momento en el que me vienen a la mente las sabias palabras del doctor Arturo Uslar Pietri cuando hablaba de la cultura y las civilizaciones; frase con que honro el final de este tema: “Cuando el hombre haya vuelto a encontrar su camino, la civilización brotará de sus manos frágil y perfecta como su cacharro ejemplar”
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