#Opinión: Curva del aprendizaje Por: Antonio A. Herrera-Vaillant

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La psicología sostiene que el primer paso en superar una patología mental es reconocer su verdadera naturaleza. Lo mismo ocurre en los conflictos políticos.
Lo fácil – casi irresistible – es descalificar a quienes votan por una opción intelectual y moralmente despreciable. El argentino Juan Bautista Alberdi escribió que «los pueblos tienen los gobiernos que se merecen»; y el filósofo francés André Malraux refinó ese concepto – un tanto despectivo y descalificador – y dijo que «los pueblos tienen los gobiernos que se les parecen».
Ambas descripciones quedan un tanto anticuadas porque pocos países poseen poblaciones estáticas: Casi todos evolucionan continuamente.
Para salir de un frustrante «impasse» se requiere desechar lo aparente y superficial, y buscar las verdaderas razones por las que algunos escogen opciones probadamente auto-destructivas.
Frente a la reelección del Presidente Obama los principales analistas norteamericanos – sin caer en culpas, epítetos y descalificaciones – ofrecieron respuesta en los enormes cambios demográficos emergentes en aquella nación.
En Venezuela -con vertiginosa evolución demográfica- los sectores democráticos necesitan identificar correctamente el fluctuante fenómeno político que enfrentan y ajustar su reacción a realidades innegables.
Allí comienza una curva de aprendizaje -en nuestro caso larga y costosa- que pasa por penetrar la incoherencia de argumentos simplistas y realmente comprender lo que quiere y siente la gran cantidad de personas que hoy decide resultados electorales – evitando prejuicios y calificaciones peyorativas.
La alternativa democrática necesita también entender sus verdaderas fuerzas: 14 años de experiencia en relativa paz política, con un marcado crecimiento frente a todas las trampas y obstáculos
Sin hacer concesiones ante lo malo y negativo, los sectores democráticos tampoco deben crear fantasmas a cada paso. Lejos de dejarse obnubilar por los trapos rojos ideológicos de un régimen personalista, ineficiente y sin escrúpulos, debe calibrar con creciente cuidado aquello qué le ha funcionado, y aquello qué no.
La reciente campaña presidencial avanzó exponencialmente con enfoques y argumentos incluyentes que ganaron mucho terreno frente a un gigante con pies de barro que se lo juega todo a fabricar el mito de su propia invencibilidad.
Ahora toca ampliar y profundizar el camino iniciado, conservar la unidad, y aprovechar todas las brechas que se van abriendo. El camino a veces parece largo, frustrante y tortuoso: Pero siempre parece más oscuro antes del amanecer.
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