Un nuevo bullicio electoral se vive en Venezuela. Estamos en plena campaña que culminará el 13 de diciembre para las elecciones que serán el 16 del mismo mes. Al concluir este tumulto político, 6 días después, los venezolanos y el resto del mundo enfrentaremos la incertidumbre sobre el fin de esta civilización humana, anunciado para el 21 de diciembre, según el calendario del largo conteo Maya que dan cuenta muchas divulgaciones con sentido o no.
¿Quedará tiempo después de tanta agitación para pensar en esto?
Desde hace 1922 años, más de 70 veces se ha especulado sobre la terminación de la tierra.
Mientras para unos el fin del mundo es la extinción de la humanidad, para otros es el ascenso a un nivel superior o un cambio radical de la manera en que vivimos.
Los Mayas fueron la cultura más avanzada en la América prehispánica; sus conocimientos astronómicos y astrológicos asombran incluso a los científicos modernos. El calendario Maya, uno de los más exactos que ha existido, llega a su fin el día 21 de diciembre del 2012.
Mientras se resuelve la duda, un grupo de expertos se reunió en Chiapas, al sureste de México, para analizar la filosofía sobre el tiempo de esta antigua civilización, y arrojar luz a las teorías apocalípticas.
En sus conclusiones, los especialistas confirmaron un dato que ya se conocía, pero al que algunos no han hecho caso: los Mayas no anticiparon el fin de la humanidad.
En realidad, en diciembre de 2012 ese pueblo espera el regreso de Bolon Yokte, uno de los dioses que, en la mitología Maya participaron en el inicio de la actual era. Nunca dijeron que habría una gran tragedia o un colapso del mundo.
En sus interpretaciones optimistas se lee que la humanidad ingresa en una nueva etapa. Que el último día no significará el arribo de ninguna calamidad; en cambio, implica una nueva conciencia cósmica y una transición espiritual hacia la nueva civilización, o el comienzo de una nueva etapa en la vida del hombre.
La Biblia predijo hace mucho la actual crisis moral y la describió así: “En los últimos días se presentarán tiempos críticos, difíciles de manejar. “porque los hombres serán amadores de sí mismos, amadores del dinero, (…) desobedientes a los padres, desagradecidos, desleales, sin tener cariño natural, (…) feroces, sin amor del bien, traicioneros, testarudos, hinchados de orgullo, amadores de placeres más bien que amadores de Dios, teniendo una forma de devoción piadosa, pero resultando falsos a su poder” (2 Timoteo 3:1-5).
Está claro que los valores humanos de nuestros días cumplen la profecía bíblica.
Hemos enfrentado al extremo la tierra donde las averías planetarias y las sorprendentes variaciones climáticas nos acosan con sus drásticas consecuencias. Entretanto, los líderes religiosos dicen que es designio divino, mientras los líderes políticos continúan reunidos, declarando, acusándose mutuamente, mintiendo, inmersos en una inútil y perniciosa diatriba que divide y resta.
Somos nosotros, individual y colectivamente, quienes tenemos que detener esta apremiante situación velando por la continuidad de la vida mediante la unión fraternal y la integración activa, libre de la dañina ingerencia política causante de las divisiones, la violencia, la guerra, el miedo y su extremo: el pánico, el terror, el horror.
Sólo generando constantemente amor empezaremos a equilibrar la vida planetaria para lograr la armonía, porque la destrucción se pulverizará en la mente de los malignos con apariencia humana.
Se dificulta pensar que por encima de Dios vaya a ocurrir el fin del mundo. Ni siquiera los talentosos Mayas pueden ser capaces de predecir algo tan puntual y catastrófico. Debemos hacer los esfuerzos por difundir conciencia de responsabilidad y cuidar el planeta donde vivimos, de cuidar nuestra morada por este mundo de muchos caminos.
El mundo se acaba cuando no sólo dejamos de cuidar ese entorno donde vivimos y no acrecentamos los lazos de la familia. Acaba cuando no nos percatamos de que no todo es trabajar, gastar, bigamia y otros actos fuera de lo regular asumiéndolos como normales, sino cuando dejemos de acordarnos de Dios, de cuidarnos nosotros mismos, de visitar y honrar a nuestro padres, de ser solidarios, ni qué decir de aquellos que dejan de afrontar la vida con valor.
Haya sido ese el propósito de los Mayas o no, lo más importante y lo único que nos debe preocupar ahora, es sacar beneficios globales de esta situación única que se nos presenta:
Invitarnos a reflexionar sobre nuestro presente y evitar la catástrofe ecológica y humana hacia la que vamos indiscutiblemente encaminados.
Nadie supera su propia raya y no necesariamente será el 21 de diciembre el fin de la humanidad. Por lo tanto, vivamos intensamente el día de hoy, así los profetas del desastre continúen intoxicando las mentes inocentes del siglo XXl.
¿Y si sucede algún día?, tal vez ni te vas a enterar.
Entonces, salgamos a votar el 16 de diciembre.
#Opinión: Elecciones y profecías Por: Orlando Peñaloza
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