Reflexión
En la actualidad, cuando el Evangelio de nuestro Señor Jesucristo se ha destapado por todas partes vertiginosamente. Bien expuesto, usado, tergiversado y también manoseado por personas inescrupulosas para beneficio personal. Cuando vemos como se propaga en la calle, en las paradas, en los carritos por puesto, en las busetas y en las cárceles. Cuando sabemos que en casa de adinerados, profesionales y pobres se habla. Y no falta una Biblia o un Nuevo Testamento. Es imposible pensar, que alguien no pueda haber oído acerca de este evento bíblico. El hijo pródigo. ¿Cuántas charlas, conferencias, conversaciones o sermones habrá escuchado Ud. acerca de este tema? Hasta los “salzomanos” Richie Ray & Bobby Cruz, con su Juan En La Ciudad, lo popularizaron enormemente.
¿Cuántos de mis apreciados lectores habrán tenido una experiencia similar. Un hijo, que les recuerde el desarrollo de esta historia que se encuentra en el capítulo 15 del libro de Lucas?. Seguramente serán muchos. Padres que han derramado copiosas lágrimas, de ver como un hijo amado, a quien se le ha dado todo, paga tan mal. Otros, que nunca lograron verlos regresar por cuanto el pecado se los arrebató con la muerte. Pero utilizar un artículo de prensa para presentar un análisis pormenorizado acerca de esta historia, no sería suficiente. Sin embargo, vale la pena comentar lo que más me llama la atención del caso. La actitud de aquel padre, cuando ve a lo lejos la figura de su hijo que regresa. «Y cuando aún estaba lejos, su padre lo vio venir, y se enterneció. Corrió, se echó sobre su cuello, y lo besó.” Luc.15:20.
Si lo vio, aún estando lejos, quiere decir, que salía todos los días, desde que se fue y miraba hacia el horizonte, suspirando de tristeza y orando a Dios para que su hijo regresara. En su corazón no había rabia, despecho, resentimiento u odio. Había esperanza y fe que regresaría. Nostalgia, por el gran amor de padre. Solo deseaba que regresara, para abrazarlo, besarlo, llorar con él, perdonarlo y restituirle a su condición de hijo. Quizás hoy, el escenario no es un horizonte, una hacienda o un plantío que se pierde en la distancia. Seguramente, es la ventana de su casa en largas noches de insomnio. Donde un padre o una madre deambulan por los pasillos de su casa desangrando su corazón, anhelando el regreso de su hijo que un día se fue. O anda de farra con “amigotes”.
Lo que más me emociona de todo esto, es poder demostrar lo errado que están los enemigos del Evangelio. Quienes, de manera totalmente equivocada, utilizan la imagen de un Dios cruel, violento, vengativo y severo, sacado del Antiguo Testamento, con el objeto principal de apartar al hombre de su Creador, a través de un planteamiento totalmente distorsionado. Sin tomar en cuenta, que aquella Justicia fue aplicada en un tiempo que era necesario, para poder garantizar la enseñanza a un pueblo que fue escogido por el mismo Dios, para que le honrara y le glorificara en el devenir histórico. Pero al final, tuvo que desecharlo. Por desobediente, terco, tozudo, soberbio y autosuficiente.
Lo que el enemigo del Evangelio del amor no puede ver, por cuanto cierra sus ojos y su entendimiento a una verdad tan sencilla, es que aquel padre del hijo pródigo, es precisamente y de manera literal, la representación genuina de nuestro Dios. Es la viva imagen de nuestro Padre Celestial. El carácter, la reacción y el proceder de aquel padre terrenal, es la misma actitud de Dios para con nosotros los seres humanos. A los cuales ama de manera entrañable. Quien espera pacientemente nos volvamos a él arrepentidos para darnos la restauración definitiva. Y lo demuestra cuando dice “Traed el becerro grueso, y matadlo. Y comamos, y hagamos fiesta. «‘Porque este hijo mío estaba muerto, y ha revivido; se había perdido, y ha sido hallado”. Luc.15:23,24. Es el reflejo inequívoco de un Dios de amor que espera ansioso vayamos a él.
“Aunque las grandes verdades pronunciadas por nuestro Señor eran formuladas en un lenguaje sencillo, estaban revestidas de una belleza tan singular que interesaban y cautivaban a los grandes intelectos. Jesús presentó la parábola del hijo pródigo con el fin de exponer acertadamente el cuidado tierno, amante y misericordioso ejercido por su Padre. Aunque sus hijos yerren y se aparten de él, si se arrepienten y vuelven, él los recibe con el gozo manifestado por un padre terrenal que recibe a su hijo perdido durante largo tiempo pero que regresa arrepentido.” Libro El Evangelismo. Elena de White.
¡Hasta el martes, Dios mediante! Próximo título: !A correr con EL IMPULSO! “Cuando el hombre contempla la cadena de causas confederadas, y acopladas juntas, debe necesitar volar a la Providencia y Deidad» Sir Fancisco Bacon (1561-1627) Filósofo.