Todos los seres humanos, sin excepción, pasamos en algún momento de nuestras vidas por periodos de desesperanza y desilución.
Podemos sentir que el mundo se nos viene encima y hasta que no vale la pena seguir viviendo. Las razones pueden ser múltiples: una ruptura amorosa, perder un ser querido, ser despedido injustamente de un trabajo, una traición de cualquier tipo y hasta algún cambio que se esperaba en el país y que no se dio, de momento, pueden sumirnos en estados de profunda depresión, impotencia y melancolía.
Ante un estado como el anterior, a pesar de los pesares, surgen posibilidades de recuperar la fe y la esperanza. Si alguna vez amamos, lo volveremos a hacer, pero siendo más sabios. Un cambio laboral nos abre perspectivas de reinventarnos y descubrir otras de nuestras potencialidades, desarrollando nuestra creatividad. Perder a un ser querido nos lleva a concientizar la importancia de maximizar nuestros afectos y el compartir con nuestros seres queridos, en el presente y en el día a día. Otras situaciones o eventos, nos recuerdan la relevancia de crecer como sociedad, como ciudadanos y a depender menos de falsos líderes.
También hay dos fuerzas, dos poderes maravillosos que somos nosotros mismos y nuestro Dios. Concentremonos en nuestra esencia, en nuestro yo interno y dejemos ir todo lo demás. Sumerjámonos en nuestro interior y dejemos de lado aquello que no depende de nosotros, son dos grandes máximas de sabiduría. No nos hagamos demasiadas expectativas con las personas y los sucesos. Recordemos que la condición humana es imperfecta, pero perfectible. Tengamos presente, que ante cualquier injusticia que enfrentemos, el universo actúa por si mismo, sin que nosotros ni siquiera deseemos un mal, a alguien que nos haya perjudicado. Se podrá escapar a la justicia de los hombres, pero a la de Dios nadie escapa. Los tiempos de él y del universo son perfectos.
Cuando todo se nubla y se torna oscuro, solo nuestro ser interior y nuestro Dios, son capaces de iluminarnos, a través de la claridad necesaria para salir de las tinieblas. Permítamonos oir las señales de ambos y nos daremos cuenta de cómo nos empoderamos con esas dos fuerzas, para recuperar la fe y la esperanza. Apreciemos la diferencia de la sabiduría de aquel viejo adagio que dice: fuerza para cambiar lo que es posible y paciencia para aceptar lo que no.
Autor de los libros Crecer para Triunfar y Cómo mercadearse personal y profesionalmente.
#Opinión: Cómo recuperar la fe y la esperanza Por: Arnoldo Claret
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