La campaña presidencial y las elecciones que se efectuaron en nuestro país el pasado 7-0, mostraron la voluntad de casi todo un pueblo por apoyar dos visiones antagónicas de la política, de la forma como se debe gobernar el país y administrar los gigantescos recursos del petróleo.
Cuesta trabajo descifrar la extraña sicología colectiva que gobierna a los venezolanos. Porque debiera bastarles establecer una sencilla comparación, la más elemental, entre la Venezuela en la que viven y la que debiera ser con un gobierno apenas razonablemente bueno. Pareciera que todos estamos metidos en un túnel sin salida y que las soluciones a los problemas internos del país, siguen sin aparecer.
Amargas horas aguardan al Comandante. Ya ganó las elecciones, otra vez; ya sobornó una opinión pública tan elemental y dócil; ya despilfarró la fabulosa fortuna de Venezuela; ya engañó a todos los suyos y ya amenazó a los demás; ya logró sacar del país a centenares de miles, en su mayoría, los más preparados y emprendedores; ya expropió empresas extranjeras y locales; ya le quitó la tierra a los que sabían cultivarla; ya gesticuló; ya se cansó de gritar sus peroratas, a los cuatro vientos; hizo cuanta monería hace un mono en un escenario. Ganara quien ganara el trono de Miraflores, desde donde se ejecutan los designios de Venezuela, el chavismo habría perdido la batalla para siempre. Deahí, la demagogia como respuesta. Pero ahora tiene un país profundamente enfermo. Tiene millones de pobres que quieren algo más que el mercado de una “misión”. Tiene miles de cómplices que le piden más oportunidades para seguir robando.
Tiene una economía insostenible, una pobre producción petrolera (800.000 barriles diarios), una deuda inmensa, una inflación galopante y una economía asfixiada por los controles propios del régimen.Tiene, además, un entorno deprimente y anacrónico; compuesto por administradores que no administran y por técnicos que no dominan técnica alguna. Y está solo, en la inmensa soledad de los otoños patriarcales, y gravemente enfermo. Comocastigo, tienesuficiente. PeroVenezuela, ¿qué hizo para merecer este destino trágico e incierto? Venezuela perdió una oportunidad de renovación y cambio. Unalástima. La única expectativa ahora es que el deterioro de la salud del presidente le impida quedarse en el poder hasta 2019. Terrible admitirlo, pero es así.
Desgastado por 14 años de promesas rotas, disminuido por un cáncer que lo mostró agotado; agobiado por profundas crisis internas como la energética, carcelaria, inflacionaria, educativa, salud y de seguridad, y retado por un rival con una propuesta de cambio y renovación, demostró que es imbatible y que la mayoría le sigue apostando a la ilusión der salir de la pobreza. Así son los personajes políticos obsesionados por la ambición y el poder.
#Opinión: Trágico destino Por: José Fabio Oronoz
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