#Opinión: El reelecto Por: Enrique Viloria Vera

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Camina orgulloso hacia el podio, un leve dolor le recuerda que no ha debido excederse, pero el otro, el carente de apellido, lo sacó de sus casillas, y espinado tuvo que dar pronta y montaraz respuesta.
Esta vez el acto no es a lo grande, nada de plazas abiertas, mucho menos de avenidas majestuosas, prefiere el palio protector que le ofrecen alborozadas sus amigas del Consejo. Ríe, sonríe, tira besitos, desde el corazón le prodiga cariños virtuales a la multitud que lo aclama, pero con su conocimiento del peligro sabe que algo anda mal, muy mal.
No se trata de cómo controlar a ese enrevesado harén político que lo entorna y protege: la negrita y la blanquita, la orteguiana, la viudita, la floreada, la greñuda, las galleguitas 1 y 2, las comadres, en fin, a las sumisas mujeres del proceso. El líder sabe como hacerlo, fungirá en reunión intima de padrote ideológico, de patriarca socialista, para asegurarse su lealtad incondicional, las rotará y las besará, y por supuesto, les cantará su consabida canción: “Lastima que seas ajena y no pueda darte lo mejor que tengo  / lastima que llego tarde y no tengo llave para abrir tu cuerpo /  lastima que seas ajena el fruto prohibido que jamás comí  / lastima que no te tenga por que al mismo cielo yo te haría subir”. Deleitadas, bañadas en aguas de rosas, las ángeles del proceso derrocharán sonrisas, lealtad y sumisión ¡pan comido!
Más difícil será tener en cintura a los varones del proceso para que no propicien una nueva  Guerra de Colores: los rojo–rojitos contra los verde oliva, los azules contra los rojo rojitos o éstos contra los rojos bolcheviques. Acá el particular e interesado conocimiento de la Historia Patria por parte del líder vendrá de nuevo en su auxilio, emulará a Bolívar eliminando a Piar. Ramo Verde es –paradójicamente- el paredón cívico donde reposan los restos de los insurgentes verde oliva ¡pan comido!
El líder, el águila, está preocupado por otra cosa, por el crecimiento constante de las moscas. De sus cursos de Historia Militar sabe que la mosca, como símbolo de valor indomable, insistencia y tenacidad frente al conflicto, era el mayor galardón militar en la cultura egipcia, la más alta distinción concedida por el faraón a sus valientes. Las moscas tricolores  ya van por 7 millones y no paran de crecer.
Por eso, el Águila duerme poco y asustado en el trajinado chinchorro de la Patria.

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