Después de conocer el veredicto ilógico del CNE el 7 de octubre, recordemos cómo fue el deselvolvimiento de cada candidato durante la campaña electoral.
El aspirante a una segunda reelección, que se llevó en los cachos el sagrado y republicano principio de la alternabilidad, salió al ruedo sin nada nuevo que ofrecer. En el transcurso de 15 años se le agotó un arsenal de promesas. De modo que el único recurso que tuvo fue el reciclaje de las ya varias veces incumplidas. Pero esta vez bien edulcoradas mediáticamente, potenciadas además con los más altos niveles de abuso y ventajismo por parte de todas las instituciones del Estado.
En efecto, los problemas que prometió resolver desde 1999, convertidos en calamidades, constituía el resultado de su nefasta gestión. Y esa “obra” fue el balance que le pudo presentar al pueblo, porque era tan
evidente su fracaso que, en vez de defenderla, se limitó a barnizarla con el más descarado y oneroso reparto de dinero y enseres domésticos.
Un ejemplo ilustrativo: gandolas de “línea blanca” cruzaron el país de Norte a Sur y de Este a Oeste, para equipar improvisadas viviendas de última hora.
De las mil y una calamidades que padece hoy Venezuela, como producto de la incapacidad, la ineficiencia y la irresponsabilidad del ejercicio gubernamental del candidato que desapareció el principio de alternabilidad del gobierno, tomaremos seis rubros de la cuenta rendida por quien aspira perpetuarse en la Presidencia de la
República. Es decir, lo más notorio de su “obra”:
1) Doscientos mil homicidios como haber histórico de la delincuencia.
2) Secuestros y sicariatos a la carta.
3) Duplicación del déficit de viviendas.
4) Seis millones –quizás un poco más– de desempleados y subempleados.
5) Conflictos a granel por deudas laborales y promesas sin cumplir.
6) Comunismo cavernario calcado de las peores corrientes marxistas de
la historia.
Por su parte, el candidato de la sociedad democrática, hizo una campaña de tú a tú con la gente, para comprometerse a resolver de raíz las calamidades creadas por el abanderado comunista. Fue al extremo
respetuoso de su contendor y pudo ofrecer un balance positivo de su gestión pública como Diputado, Alcalde y Gobernador. ¡Sin embargo, ilógicamente la mayoría, según dictamen informático del árbitro
electoral, favoreció al menos idóneo!
Realmente dudamos que un pueblo contestatario como el venezolano, heredero de las glorias de los Libertadores, haya mutado a bolsa y de bolsa a masoquista. La inconformidad con el veredicto del CNE se
siente en todos los rincones del país. Frente a tal incertidumbre, el Poder Electoral, si es verdad que es autónomo, debería darle relevancia a los conceptos de imparcialidad y transparencia. Una manera de hacerlo, sin infringir la norma constitucional, es contando todos los votos (las papeletas). En dos semanas, incluyendo los preparativos, se despejaría la incógnita. Y el CNE ganaría en respetabilidad y confianza.
#Opinión: ¿Y si se cuentan los votos? Por: Antonio Urdaneta Aguirre
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