No sé en qué parte del mundo estarás, ni siquiera sé si existes; pero me ilusiona pensar que alguien abrirá en algún momento su computadora y llegará hasta allí esta carta.
La leerá y ¿sabrá que fue escrita para: un hombre, una mujer, un joven o un viejo… qué más da?
Escribo estas líneas para una persona que sepa lo que es sentirse sola, para una persona que necesita un abrazo, o tiene miedo. Una persona que alguna mañana haya visto claras sus equivocaciones y sus
consecuencias.
Alguien que en el deseo de ser de otra manera, tropieza siempre con la misma piedra, esa que nos sorprende porque forma parte de lo que realmente somos, aunque aún no lo sospechamos.
Escribo para quien frecuentemente se descubre emocionado, con el corazón girando como un molinillo de deseos pero sin reconocer de dónde proviene tal viento ilusionado. Alguien así, entenderá que algunos días el mundo queda muy bajito y otros, nos aprisiona con su sombra.
Sabrá comprender también los días pesados y plomizos en que nos encontramos varados, sin dirección ni rumbo y necesitamos que alguien a nuestro lado agarre el timón. Se reconocerá en ese esfuerzo de remar, remar y remar, hasta que de nuevo aparezca tierra en el horizonte.
Esta carta es para los que sienten todo eso y mucho más, pero no se atreven a dejar oír esos ritmos del alma en una salsa, un merengue o un bolero.
Verás amigo, persona aún desconocida, estaba pensando cuán hermoso sería que a todo el mundo, otra persona le hubiera escrito una carta, o dedicado una poesía, inspirada en ella, creada por su sola existencia, y que todas las gentes hubieran sentido que algún otro ser las recordaba con afecto, y no por lo más hermoso que hubieran mostrado, sino aún habiendo enseñado el monstruo que también albergan.
La razón de esta carta, eres tú. Ya no serás aquellos a los que Elías Canetti se refería cuando decía: «Nadie es más solitario que aquel que nunca ha recibido una carta».