El grupo de teatro Nueva Escena develó con tino y comedia que Las morocotas de los guaros no están detrás del crepúsculo. La obra, del dramaturgo Rodolfo Sequera Antique, ocupó el pasado lunes las tablas del auditorio del Colegio de Médicos del estado Lara, casa de la Unión de Narradores Orales y Escénicos de Venezuela (Unoes), en ocasión de los exitosos Lunes Culturales.
Varias reflexiones arrojó el montaje que estuvo cargado de detalles alusivos al modo de vida del barquisimetano de los años 50. En primer lugar, que no se puede vivir de ilusiones, ya que la verdadera riqueza es producto del trabajo honesto y, que más sabe el diablo por viejo que por diablo.
La historia retratada por Altemio Sequera, quien celebró su regreso a las tablas luego de ocho años de ausencia y sus más de 45 años de trayectoria artística, resultó todo un periplo por ese Barquisimeto generoso y cálido.
La atmósfera aderezada por la música, expresiones y cotidianidades de la época, sirvió para mostrar esa particular viveza criolla del venezolano y al mismo tiempo sus virtudes.
En Las morocotas de los guaros no están detrás del crepúsculo, se conoció la historia de Aurelio, personaje que desarrolló el actor Víctor Rivero del grupo Espacio Silente. Aurelio, sobrino del comerciante Don José Luis (Altemio Sequera), quiso pasarse de listo con su tío, ya que sus sueños y ambiciones no conocían límites. Si bien, Don José Luis tenía buenos planes para Aurelio, éste quería llegar a ser tan rico como su tío, pero por la vía más fácil. No obstante, al ser descubiertas sus intenciones, Aurelio cae en su propia trampa.
Buscando las morocotas
A lo largo de una hora, las costumbres y tradiciones de la ciudad de los crepúsculos se conjugaron en el escenario. La sencilla puesta en escena mostró una mesa, par de sillas y un perchero. Asimismo, las deudas que el compadre Orlando mantiene con Don José Luis. El oportunista Aurelio, quien lleva siete años trabajando para Don José Luis, luego de que su mamá se lo dejara por apostador, se valió de la deuda entre los compadres para crear una situación a su favor que, de salir bien, resultaría en un pedazo de tierra para resolver su futuro.
Los tragos clandestinos de cocuy afloraron la jerga: botica, pulpería, acemita, plaza Bolívar, Manteco, Bosque Macuto, El Obelisco.
En su afán por alcanzar la fortuna, Aurelio le miente a su tío y le dice que el compadre Orlando no pagará lo que debe, razón por la cual Don José Luis decide quitarle las tierras en garantía. Mientras tanto, el intrépido sobrino le habla de un mapa que refleja que en esas tierras hay morocotas. Le sugiere al tío que se apure a cobrar ese terreno, puesto que él tiene el mapa que revela dónde se encuentran las monedas.
Don José Luis se emociona con la idea del mapa y las morocotas. Pero dicho plano no existe y Aurelio se inventa que las morocotas están detrás del crepúsculo, en el ocaso, en el oeste. Y así, todas las tardes, Aurelio lleva a su viejo y ambicioso tío a perseguir la caída del sol hasta el cansancio sin resultados positivos.
Sin oro y sin ilusiones
Un altercado entre Don José Luis y Aurelio por la infructuosa búsqueda de las morocotas lleva al sobrino a embriagarse, al punto de volverse un parlanchín y contar su fechoría, sin percatarse de que el tío lo escucha detrás de la puerta.
Así que el tío, saliendo de su fantasía por los doblones de oro y asombrándose por los planes de Aurelio, su sobrino al fin y al cabo, decide armarse de valor para revertir la confusa situación con aplomo y sabiduría.
No había salido Aurelio del letargo de su borrachera cuando el tío se le apareció con la escopeta “mata siete de un sólo palo” para que vaya y dé muerte al compadre Orlando por no pagar lo que debe y apoderarse de las morocotas.
Aurelio, al verse descubierto, protagoniza una batalla con su tío alusiva al tamunangue. Finalmente, y con lamentos confiesa toda la verdad. Expresa que no existen tales monedas detrás del crepúsculo y que el compadre nunca se había negado a pagar.
“Con las ilusiones de la gente no se juega… Barquisimeto se caracteriza por su gente honesta y trabajadora”, le dijo Don José Luis a Aurelio, mientras lo despachaba de la casa con una docena de camisas y una morocota de la suerte para que emprendiera su propia vida y negocio con responsabilidad y disciplina, ya que, según el tío, las morocotas están en el corazón de cada guaro.
Fotos: Emanuele Sorge