Es realmente preocupante el estado deplorable de la cocina de la Escuela Miguel Otero Silva y el Liceo Carmen Isabel Hernández de Chirinos, del caserío Coco e’ Mono.
A estas instalaciones apenas se puede acceder a través de un estrecho corredor entre la densa maleza. Se encuentra situado detrás del preescolar.
En una vieja cocina industrial, que funciona a medias, se preparan alimentos para unos 400 alumnos, pues el reverbero dejó de funcionar hace mucho al cumplir su larga y productiva vida útil.
La cocina sólo cuenta con una nevera doméstica, de unos nueve pies (para una familia de dos integrantes), en la cual deben conservar carnes, pollo, hortalizas y frutas.
También tienen un enfriador muy pequeño, en el cual guardan otros alimentos, pero “es poco lo que nos ayuda, perdiéndose mucha comida”, revelación hecha con reserva, pues es un secreto sumarial calificado como “traición a la Patria” por autoridades escolares.
Un tanque donado por la Gobernación de Lara sirve para lavar los utensilios y alimentos, por cuanto el agua corriente en la zona es una utopía.
En ese sentido, Ana Medina y Crisálida Meza, madres procesadoras, aseguraron que el más notable padecimiento en la cocina escolar es el suministro de agua potable.
“Con un chorrito debemos llenar tobos que a su vez trasladamos hasta la cocina para llenar el tanque por la insuficiente presión”.
Sin insumos
A la hora de limpiar la cocina y el comedor, la situación es más precaria, ya que las madres procesadoras muchas veces deben traer insumos de sus hogares o canjearlos con los vecinos por los alimentos sobrantes.
“Frecuentemente, hacemos colectas entre los padres, representantes y maestros para comprar desinfectantes y lavaplatos, pero la mayoría de veces sólo usamos jabón en polvo para todo”, precisaron.
Advirtieron que están cansadas de hacer las solicitudes, “pero los directivos siempre nos dicen que la Zona Educativa tiene problemas con los proveedores”.
Con profunda impotencia, reconocen que trabajan “con las uñas”.
Al dramático escenario se suma un cementerio de pupitres que yace entre un área verde del liceo y la cocina.
Foto: Luis Alberto Perozo Padua