Triunfo evidente de los dos países que, además de ser potencias deportivas, son las economías más grandes y los que tienen una geopolítica de mayor alcance en el orbe: los EEUU y China. 104 medallas en total para los gringos y 87 para el gigante asiático. ¿Acaso existe una relación entre estos factores?, no lo parece, pues Japón la tercera economía obtuvo 38, en tanto que la India, una de los llamados “países emergentes”, apenas cosechó 6, ¡ninguna de oro! Los anfitriones, la “Pérfida Albión” en un honroso tercer lugar con 65, 29 de oro, superando a Rusia (82 en total, 24 de oro), que en tiempos del socialismo rivalizaba con los EEUU por el primer lugar al cosechar 395 de oro en todos los juegos donde participó. Alemania se conforma con el sexto lugar con 44, cifra que por sí sola obtenía la difunta Alemania comunista.
Las naciones latinas más exitosas fueron Francia, con 34 para colocarse en el séptimo lugar e Italia en el octavo con 28. Cuba sacó la cara por Latinoamérica con 14 en total, 5 áureas. España, a pesar de la enorme crisis económica y a una política de ajustes bestial, totalizó 17, 3 de oro. Le sigue el gigante Brasil con igual número de preseas. Rumania, coloso deportivo en la era Ceausescu y de Nadia Comaneci obtuvo 9. Le sigue Colombia con 8 y México con 7. Argentina solo obtuvo 4, República Dominicana 2, Venezuela 1 de oro después de 44 años de sequía. Viva Rubén Limardo, un héroe que agregó la 12ª medalla y la segunda de oro para la patria de Bolívar.
El llamado tronco étnico mongoloide suma 177 en total. Allí colocamos a China, Japón, Mongolia, las Coreas: 28 la del sur y 6 la comunista. Los anglosajones, EEUU, Gran Bretaña; Canadá, Nueva Zelanda, Australia obtuvieron 235. Los países árabes vuelven a mostrar poco interés por el deporte: Túnez 3, Egipto 2, Qatar 2, Afganistán 1, Bahréin 1, Marruecos, 1, Arabia Saudita 1 Kuwait 1, Argelia 1, para un total de 13 medallas para los islámicos. La etnia negroide es difícil de cuantificar puesto que hay atletas negros en cualquier parte del mundo, comenzando por los EEUU, Reino Unido y Canadá. Comencemos con Jamaica 12, Sudáfrica 6, Etiopía 7, Kenia 11, Trinidad y Tobago 4, Bahamas 1, Granada 1, Uganda 1, Botswana1, Gabón 1, que sumaron 45. Pero se puede decir que más del 60% de los atletas de EEUU son afrodescendientes. “Creo que hay un gen de atleta superior en nosotros”, dijo Michael Johnson, cuatro veces campeón olímpico.
Pues bien, emerge la potencia deportiva china de manera indiscutible. En solo 8 participaciones en las olimpiadas, el país del dragón ha cosechado 475 medallas, 201 de las cuales áureas. Cuando fue anfitrión en Beiging, hace 4 años, obtuvo en total 100, 51 de oro. Fue en Los Ángeles, 1984, cuando de manera tímida cosechó 32, de ellas 15 de oro. Venía la República Popular China de salir de los turbulentos años de la llamada Revolución Cultural, la cual destrozó su sistema educativo, la economía, a lo que se agrega la persecución, encarcelamiento y muerte de miles de disidentes ; más tarde la matanza de Tianamen,1989. Luego llegaron las transformaciones de Deng Xiaoping, las que supusieron el triunfo de los reformistas que tanto combatió Mao y que están conduciendo aceleradamente al capitalismo de estado en un régimen de partido único convirtiendo a China en una potencia de primer orden en los albores del siglo que nace. Amanecerá y veremos.
Este país deberá hacer un esfuerzo mayor para arrebatar la supremacía a los EEUU en natación y atletismo, dos de las disciplinas que producen el mayor número de preseas. Michael Phelps, por ejemplo, se ha convertido en el mayor ganador de medallas en la historia olímpica con 22, 18 de ellas de oro. Los gringos retomaron la supremacía perdida en Beiging, pero las proyecciones indican que el gigante asiático, que era un país colonial y atrasado al producirse la revolución de 1948, cuando los comunistas toman el poder, se encamina a ser una formidable potencia tecnológica, militar y, sobre todo, tiene una fortaleza de incalculable valor: su gigantesca población y su disciplina en el trabajo.
De todas maneras una cosa ha quedado clara: que la supuesta supremacía blanca ha quedado totalmente desacreditada. En el siglo XIX tal preeminencia de los caucasoides la demostraron “científicamente” los pensadores positivistas europeos, quienes sostenían que amarillos, negros y mestizos eran razas inferiores y propensas a la degeneración. Así lo escribieron Gobineau, Le Bon, Gumplowicz y Chamberlain, escritores pseudocientíficos que abrieron el camino al altivo y arrogante racismo nazi, el cual hizo que Hitler se retirara ofendido del estadio en Berlín al ganar el atleta de color Jesse Owens varias preseas de oro en las olimpiadas de 1936.
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#Opinión: Olimpiadas Londres 2012, un balance Por: Luis Eduardo Cortés Riera
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