En la nocturnidad de un día de elecciones nunca había vivido la tristeza de una absoluta carencia de ruidos, aun los más insignificantes.
Se dio el resultado de la elección presidencial y se esperaba el lanzamiento de cohetes, toques de corneta, caravanas y gritos, pero nada de eso pasó, la ambición descansó y el músculo también –como dice la canción.
Vi a una persona, madre de tres varones, llorar en la penumbra, y decía: “Me van a quitar a mis hijos”, que por ser varones se los llevarán para entrenarlos en la violencia –como ya han hecho con muchos— y adoctrinarlos en la doctrina castro-comunista.
La calmamos, pero nos dijo: “Yo no vuelvo a votar”. Ojalá que los votos realizados por miedo y el 20% de abstención no nos conduzca a más violencia y a la imposición de hacer lo que no queremos, ni debemos, pues hasta Dios nos dio la libertad y el derecho de libres decisiones … para no dañar a los demás, ni a nosotros mismos. Ni tampoco para hacerlos vivir en la zozobra y tristeza, por no amarnos los unos a los otros como él nos mandó. El camino está abierto: Nunca dejemos de votar.
#Opinión: Silencio en la noche, tristeza en el alma Por: Ambrosio Perera Briceño
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