#Opinión: ¿Por qué votar? Por: Ramón Guillermo Aveledo

A raíz del resultado del 7 de octubre, frustrante para casi la mitad del país de la que formo parte, he escuchado más de una vez las preguntas formuladas desde la decepción. ¿Por qué votar? y ¿Para qué votar? Quiero hablarles de eso, primero porque siento que es mi deber, toda vez que pedí el voto de ustedes para nuestra candidatura presidencial y la política que representaba. Pero también porque necesito hacerlo, pues no soy ajeno a esos sentimientos. El que haya dedicado buena parte de mi vida a hacer política con razón y a tratar  que la racionalidad se imponga en las relaciones sociales, no quiere decir que ignore la poderosa presencia de la dimensión de los sentimientos, afectos y desafectos.
Tengo que decirles que yo mismo me he sentido alguna vez tentado por la idea de que no vale la pena. Fue en 2007, cuando la propuesta de reforma constitucional. Al principio, creí que como secuela de la entonces muy contundente victoria de la reelección, otras circunstancias, aquel nocivo cambio era inevitable y que tal vez era preferible abstenerse para que su votación fuera exigua y, por lo tanto,  menos legítima. O sea que quien escribe pensaba así aún después de la muy minoritaria votación de la Constitución en 1999, y del fracaso del abstencionismo en la parlamentaria de 2005, en ambos casos fui a votar. Obviamente estaba equivocado. Me metí en la campaña, personal y directamente, y no solo mediante artículos, y fui uno de los tantos que colaboraron a que aquella propuesta netamente antidemocrática fuera derrotada.
Lo que quiero decirles es que comprendo lo que sienten quienes así lo sienten, pero también que ese estado de ánimo puede llevar a conclusiones y conductas erradas, muy perjudiciales para la Venezuela que tenemos derecho a aspirar y aspiramos.
La verdad es que sí vale la pena lo que venimos haciendo. Hemos avanzado mucho. Con la Unidad, vamos construyendo una alternativa creíble. Tenemos una política clara que no baila al son que le toquen. Hemos logrado la adhesión de seis millones y medio de venezolanos, y la atención de muchos más. Y, democráticamente, hemos visto también el surgimiento de un vocero formidable que puede convertirse en un líder nuevo para el país. Esos son logros reales. Insuficientes pero reales. Así que empezar de cero es muy mal negocio.
Una propaganda que nunca ha cesado, y que rebrotó animosa la noche del 7, quiere convencernos de que en realidad no perdimos, sino que nos robaron. Que fuimos unos tontos al ir mansos “al matadero”. Esos alegatos, casi siempre trucados, evitan decirnos qué hacer. Su propuesta verdadera es que no hagamos nada o que declaremos algún tipo de guerra. Eso es lo que quiere el gobierno, por cierto. Y ¿por qué habría de convenirnos lo que el gobierno quiere?
La lucha política se libra en Venezuela en condiciones muy injustas por desiguales. Es de la naturaleza del régimen que se nos quiere imponer, usar todo el poder en lo que objetivamente es un abuso que a ellos les parece normal. El ventajismo es consustancial al chavismo. Precisamente por eso nos oponemos y planteamos una opción democrática, de progreso y de respeto para todos. Eso siempre lo denunciamos y lo seguiremos denunciando mientras haga falta.
En Venezuela hay severas limitaciones a la libertad de expresión, pero a nadie se le ocurre que la manera de protestar sea no publicar periódicos ni decir nada por TV  o radio. Aquí se acosa y se desconoce la libertad sindical, pero gracias a Dios hay sindicalistas que no se rinden y mantienen viva la organización de los trabajadores. Aquí se ignora el derecho de propiedad y se ataca diariamente la legitimidad de la actividad empresarial, por lo mismo no sería sensato disolver los gremios o cerrar los negocios.
Quienes no queremos más expropiaciones, ¿cómo vamos a convenir en que nos expropien el voto? ¿Cómo vamos a regalarlo así nomás?
A mí no me da lo mismo quien sea gobernador del estado. Voto porque tengo causas que apoyar. Porque tengo motivos para no quedarme quieto. Porque quiero a mi familia y a mi país. Voto porque el voto es mío y no lo regalo ni me lo quita nadie.