Rosa Jiménez de Mendoza contó frente a su casa cómo mataron a su esposo, Oscar Enrique Mendoza Graterol, oficial agregado de la Policía del estado Lara, durante la mañana de ayer en el barrio José Amado Rivero de Quíbor, municipio Jiménez. Lloraba desconsoladamente y su cuerpo temblaba, con la mirada perdida.
Dijo que ella estaba guardando algunas cosas en el Ford Zephir azul de su esposo, cuando llegó un hombre armado, se paró frente al garaje de la vivienda, ubicada en la Vereda 14-A con avenida, y al ver que Mendoza Graterol, uniformado, cerraba la puerta, le disparó en la cabeza. El funcionario cayó al suelo agonizando, el criminal corrió hasta él y le pegó otros dos tiros.
“Le disparó y luego fue a revisarlo para quitarle el arma, pero como él la dejaba en la comisaría no la cargaba. Yo, llena de pánico me encerré en el carro y me acosté en el asiento trasero. Escuché que alguien le decía que matara a la mujer, él trató de abrir la puerta del carro, yo pensaba en mis hijos, iba a morir, y los iba a dejar solos, pero luego de varios intentos sin poder abrir la puerta se fue corriendo”.
Rosa Jiménez salió del carro gritando a recoger a su esposo, pero ya estaba muerto. Uno de los hijos que estaba durmiendo dentro de la casa salió, desesperado montó el cuerpo de su padre en el vehículo y condujo hasta el hospital Baudilio Lara, adonde fue ingresado muerto con impactos de bala en la cabeza, pecho y mano derecha.
“Creo que fueron dos hombres porque oí claramente esa voz que le repetía que me matara, que no me dejara viva, que me disparara; pero no pude ver de quién se trataba. Lo asesinaron como a las 7:30 de la mañana, mi esposo iba a llevarme a la Escuela La Ermita, donde yo doy clases y luego iba a su trabajo en la prefectura de Sanare, donde estaba destacado”.
En las afueras del Hospital Baudilio Lara decenas de familiares, compañeros y allegados llegaron tristes a las 10 am. Los familiares no paraban de llorar, se consolaban unos con otros y algunos lamentaban la pérdida. A esa hora una nutrida comisión de funcionarios de Polilara patrullaba los barrios Bolívar y La Ermita en busca de los homicidas. Detuvieron a cuatro personas de contextura gruesa, piel morena, baja estatura, característica similares al hombre que le disparó al uniformado.
Mary Mendoza Graterol, hermana de la víctima entró en shock cuando llegaron funcionarios del Cuerpo de Investigaciones Científicas Penales y Criminalísticas (Cicpc) para sacar el cadáver de la morgue. “Mi hermano, por Dios no, Dios mío, por qué, no. Dame valor Dios mío”, gritaba la mujer mientras sus familiares trataban de consolarla, hasta que cayó desmayada en los brazos de uno de sus hermanos.
Los investigadores del Cicpc reconstruyeron la escena del crimen en la vivienda del policía, no hallaron cartuchos de bala. Una mancha de sangre se observaba en el suelo, al lado de una puerta de reja que daba hacia el garaje. Allí fue donde quedó tendido el cuerpo de Mendoza Graterol.
La puerta del parqueadero, que estaba abierta al momento que llegó el hampón, es de tela. Los alrededores de la entrada a la propiedad está rodeada de montarrales, en los que supuestamente estaría escondido un segundo hombre.
Policía como su padre
Vestido con un sombrero, pantalones casuales de tela gris y camisa a cuadro estaba en las afueras de la morgue de Quíbor el señor José Tobías Mendoza Sequera, padre del uniformado fallecido. Aunque su rostro reflejaba la tristeza del momento que vivía, se notaba que se trata de un hombre de personalidad fuerte.
Recordó que su hijo se graduó en la Escuela de Policía de Coro, estado Falcón, y desde entonces se unió a las filas de Polilara.
Estuvo en Barquisimeto, Quíbor, El Tocuyo, Carora y Urdaneta. “Cuando él estaba ingresando en 1989 yo me estaba jubilando, siempre fue un muchacho con mucha vocación, desde pequeño quiso ser policía”.
Los familiares coincidieron en que Mendoza Graterol fue un excelente padre, hermano, hijo y policía.
En lo que va de año 17 funcionarios de Polilara han sido asesinados, uno de la policía municipal y 11 guardias nacionales para un total de 29 efectivos de seguridad en Lara.
Foto: Edickson Durán