Dictamen
¿Por qué el único discurso importante difundido por Chávez luego de las elecciones es con tono de molestia y sobre el tema de las comunas? Fácil, simplemente porque sabe que su utópico socialismo perdió un terreno irrecuperable en lo que respecta a la legitimidad popular. Chávez ganó las elecciones pero la manera cómo lo logró evidencia el costo que tuvo que asumir. El otrora líder religioso, heredero moral de Fidel y padre ideológico de la nueva izquierda mundial; quedó reducido este 7 de octubre a un “compravotos” que a punta de dinero, poder, abuso y maquinaria, logró mantener una mayoría electoral precaria y en franca disminución.
Hace algunos años se oyó en algún lugar la frase “con hambre y sin empleo, con Chávez me resteo”, para resumir esa conexión emocional entre el pueblo y un líder que solo prometía una utopía ideológica de contenido humanista contraria al capitalismo. Hoy en día el trabajo proselitista del PSUV consiste en anotar en una lista a alguien para obtener un beneficio material, a cambio del voto. Las necesidades de la gente son útiles y necesarias para la manipulación que descaradamente se hace desde el poder más grotesco. Te anotan, te llaman, te buscan y en algunos casos hasta te acompañan a la maquina de votación o te hacen dudar de alguna manera del secreto del voto. En el fondo, esa práctica no dista de la aplicada por el bipartidismo de lo que ellos llaman “cuarta república” o de lo que ha hecho por casi un siglo el PRI en México. En la forma, sí existe un descaro e una impunidad inédita, así como una disponibilidad de dinero inaudita que genera la mezcla de la renta petrolera y la corrupción más atroz.
Pero eso no tiene nada que ver con el socialismo, al contrario, es puro rentísmo petrolero al servicio de una hegemonía política. Con el 45% en contra ya no se puede hablar de lucha de clases, y con un 55% cautivado por dádivas materiales tales como una nevera, tampoco hay socialismo.
Así lo advertía antes de la elección nada menos que el ideólogo de la revolución William Izarra, padre del ex ministro de comunicación, cuando dijo el 19 de mayo de este año en un Foro en la Asamblea Nacional lo siguiente: “Si Chávez logra obtener 10 millones de votos en octubre, nosotros tendríamos la base para decir que la revolución entra en una nueva fase de consolidación; pero si la proporción es Chávez 8,4 millones y Capriles 6 millones, será mucho más complicado avanzar y no será fácil construir el socialismo, obligaría a aceptar que el modelo capitalista seguirá coexistiendo en el escenario político nacional. El actor pragmático, que viene siendo la mayoría, son personas que generalmente responden a la bolsa de comida. Es decir, son clientes. La relación clientelar es la que se da entre un sujeto de poder y un menesteroso, en la que el sujeto de poder le resuelve las necesidades al menesteroso por la vía de recursos materiales y este le retribuye poniéndose a la orden. Pero si llega otro y le ofrece el doble, se va con ese otro. En el proceso revolucionario se evidencia el clientelismo”. A confesión de parte, relevo de prueba.
Lo cierto es que la legitimidad del socialismo en Venezuela siempre ha estado herida de muerte luego de que fuera rechazada por el pueblo soberano la reforma constitucional que la intentaba consagrar. A partir de ese momento quedó convertido en eslogan y capricho de un populista carismático que lo impulsa en contra de los derechos constitucionales y de la voluntad soberana expresada. Ahora en esta elección presidencial, terminó de morir, hasta el punto que Chávez finalizó su campaña hablando por primera vez de gestión y prometiendo ser más eficiente en las solución de los problemas reales y no ideológicos de la gente. Dejó de ser un gurú y un ente espiritual para convertirse finalmente en presidente que tiene que gobernar so pena de seguir disminuyendo su popularidad hoy transada en 55% con todo y el aparato de poder. Tal y como lo vaticinó Izarra, el 7 de octubre derrotamos al socialismo inconstitucional inspirado en el régimen castrista. Chávez lo sabe, por eso es que se molesta y retoma la bandera de las comunas para tratar de revivir su ideología moribunda y para disimular que luego de 14 años su régimen depende exclusivamente del capitalismo mundial que es en definitiva el que genera el mercado internacional de nuestra renta petrolera. Nada importa Marx o el Che, mucho menos Fidel; se trata de un barril de petróleo en más de cien dólares que hoy en día es la única fuente de legitimidad de un gobierno cliéntelar como lo describió perfectamente el padre de Andrés Izarra. Entendamos que si bien nosotros no ganamos las presidenciales, el Socialismo del Siglo XXI también perdió y Chávez retrocedió en su proyecto absolutista. Podrá tratar de seguir imponiendo a la fuerza su modelo trasnochado pero correrá el riesgo de enfrentarse a un pueblo que hoy exige la solución de sus problemas y que a partir del 7 de octubre se ha despolarizado y hasta desideologizado. No hay condiciones internas ni externas para que Chávez consolide su dictadura comunista, en nuestras manos está defender ese 45% y convertirlo en gobernaciones que sirvan para continuar respaldando la descentralización y la democracia. Hasta Lula ya le dio un “parao”, aunque muy tarde, a Chávez, recordándole el valor de la alternabilidad e instándole a prepararse para abandonar el poder.
No seamos masoquistas, en la otra acera también tienen problemas y muchos. Mantengamos la unidad y el voto como instrumento esencial para seguir la resistencia y alcanzar el cambio deseado.
Caso cerrado, el dictamen final lo tiene usted.
@chatoguedez