No cabe duda, que la dependencia estructural poblacional que se sucede en el siglo XX en Venezuela, es causa de los cambios demográficos ocurridos con bastante regularidad desde los mediados de ese siglo hasta fines de los noventa, y que amenazaban con seguir enrumbados con el mismo ritmo de crecimiento a principios de este siglo XXI. El contexto histórico en cuestión produciría una serie de fenómenos que modificaría la composición de la población, contando entres ellos: migraciones internas, surgimientos de urbanizaciones, estado de pobreza endémica en los sectores populares, expansión de las zonas de miseria en las principales ciudades y por último, el aumento desproporcionado de la población en relación al espacio territorial venezolano.
En relación a lo último, Beatriz Ceballos García (1999), plantea que “La estructura del espacio está definida como un producto social; resume la dinámica desencadenada por los grupos humanos al relacionarse con su medio; dinámica que responde a propósitos bien definidos propios de condiciones históricas dadas” (Ceballos G., Beatriz, 1999; Formación del Espacio Venezolano. Pág. 51).
Con respecto a la “conformación de la estructura espacial de Venezuela”, la autora sigue señalando, que ésta “reproduce los intereses del sistema capitalista, dentro la cual se han localizado tres manifestaciones históricas esenciales: mercantilista, de libre comercio y monopolista…” (Ibídem. Pág. 51); manifestaciones que estuvieron presentes en la Venezuela colonial, a lo largo del periodo XIX y todo el siglo XX. La misma investigadora destaca en relación a las migraciones interna y sus causas, el siguiente ejemplo relacionado al espacio de Caracas en la Venezuela petrolera:
La ciudad de Caracas entra en una fase de intenso crecimiento, de profunda transformación a un ritmo muy acelerado. Si bien, para este se dejan sentir los factores generales que explican el ritmo de crecimiento de las ciudades más importantes (disminución de la mortalidad, aumento de la natalidad y las migraciones rurales) es tan sólo después de la Segunda Guerra Mundial cuando estas variables adquieren fuerza, a tal punto de que el carácter de las migraciones se haría masivo… (Ob. Cit. Pág. 85).
Interpretando lo planteado por Beatriz Ceballos sobre la disminución de la mortalidad, se puede decir que esto es relativo, ya que cuando se revisa los datos aportados por Brito Figueroa (1996), se encuentra que, por un lado es cierto que disminuye la tasa en términos generales poblacionales, pero por otro lado existe la penosa realidad, de que:
…la tasa de mortalidad infantil continúa siendo elevada, con valores que oscilan “alrededor del 60 por mil nacimientos vivos”. Actualmente mueren por desnutrición y pauperismo más de 50.000 niños…La esperanza de vida –de acuerdo con las estadísticas oficiales- supera los sesenta años, pero “hay que señalar que esa esperanza de vida […] está muy desigualmente repartida, a favor de una minoría repartida, privilegiada, mientras que para los hijos del subdesarrollo la esperanza es corta”. (Brito, F. F., 1996. Venezuela Contemporánea ¿País Colonial? Tomo III U. C. V. Pág. 804).
Lo citado sorprende, como, hasta en la esperanza de vida en un mismo país exista desigualdad, llevándose la peor parte los progenitores del sector más miserable. Mientras que una minoría, por poseer las mejores condiciones económicas, tenga mayor esperanza de vida; esas son pues, las contradicciones donde se sobrepone el mundo del capital.