Abandonados centros educativos de Crespo

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En la Escuela Bolivariana Guayabito, ubicada en la parroquia Fréitez, del municipio Crespo, hacen posible las actividades académicas gracias a la mística con la cual trabajan los profesionales de la docencia y el resto del personal. Es lo único que sostiene al plantel.

La infraestructura, por el contrario, está deteriorada: marcada por el paso de los años y la ausencia de mantenimiento. Las autoridades locales, regionales y nacionales, no sienten pena por la humilde institución de primaria fundada en el año 1974. Hay muchas cosas por mejorar, aunque lo primero que necesitan es el apoyo gubernamental.

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El coordinador de la escuela, profesor Víctor Aranguren, declaró que desde hace varios años esperan por los aportes económicos de la Gobernación del estado Lara. Introdujeron un proyecto para arreglar la casa de estudios que cuenta con una matrícula de 130 alumnos aproximadamente.

Sin embargo, pese a las críticas necesidades, de las visitas y comunicaciones hechas al despacho del mandatario regional, la situación empeora cada vez más y los únicos perjudicados son los niños. Cuando hacen deportes, por ejemplo, deben soportar los inclementes rayos de sol ante la falta del techado.

“Nos da dolor las condiciones en las cuales estudian los muchachos; es una zona rural pero eso no significa que los estudiantes deban atravesar penurias”, destacó.

Cero en iniciativa oficial
Los sanitarios son pozos sépticos y, por desgracia, están colapsados. Niños y niñas estudian rodeados de la insalubridad, y ni siquiera pueden ir al baño debido al caos que presentan.

El profesor de Educación Física, Cecilio Hernández, lamentó que los pequeños alumnos reciban clases en aulas donde las “goteras” inundan sus espacios en tiempo de lluvias; que el área de actividades culturales y cívicas, esté de pie con la ayuda de palos y unas viejas láminas de acerolic; la cerca perimetral prácticamente en el piso y; en algunos salones sostienen las láminas de acerolic con bloques para evitar que el viento las lleve consigo.

El salón de sexto grado, por apenas mencionar uno de los dramáticos casos, es compartido con el comedor escolar, por cierto, desabastecido de neveras: tienen dañado los motores. La cocina tampoco sirve y, en días recientes, los dotaron de las hortalizas pero los víveres no llegaron. El sistema de electricidad está funcionando de manera artesanal: los cables están colgando de un lado a otro.

“La educación no es igual para todos: estos niños de Guayabito no cuentan con las confortables instalaciones que deberían tener todas las escuelas públicas del mundo”, agregó el profesor Cecilio Hernández.

Fotos: Ángel Zambrano

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