Cuando se observa que Hugo Chávez Frías tuvo que utilizar todos los recursos disponibles, al extremo de colocarse en el terreno de lo inconstitucional mediante el uso de los dineros públicos, de la estructura de Pdvsa y otros entes estatales; las presiones a los funcionarios del Estado y, además, apelar a la misericordia por su enfermedad, es obvio que su ventaja numérica se sitúa en el terreno de la incertidumbre.
Para ganar empleó todas las armas de la guerra política, desde la mentira de su supuesto amor al pueblo venezolano hasta el Poder Electoral (el Consejo Nacional Electoral), cuya parcialidad fue evidente y demasiado grosera al punto de limitar la participación de Henrique Capriles en los medios y dejar completamente abierta la puerta para que Chávez hiciera todas las cadenas mediáticas posibles, además de permitirle un sinnúmero de arbitrariedades.
Triunfó, pero la lectura de la victoria debe leerse en términos de cómo quedó el adversario – Henrique Capriles Radonsky -, a quien cual aspiraban pulverizar, aplastar con millones de votos de diferencia: firmemente parado con el aval de nada más y nada menos que de 6 millones y medio de venezolanos quienes no sucumbieron a la estrategia de vender sus votos, hipotecar sus conciencias o comprometer el futuro del país por unas pocas monedas.
Más de 6 millones y medio de electores que rechazaron la propuesta de ese Socialismo de cartón, ensamblado bajo la idea cierta de convertir a Venezuela en una colonia de Cuba y el cual, en la práctica, es totalmente irreal porque el mayor y mejor socio del gobierno de Chávez Frías es los Estados Unidos con sus excelentes e infaltables compras de petróleo.
Quienes compartimos la idea de un país democrático, donde exista libertad, respeto, unión, desarrollo, y estamos agrupados en el concepto de unidad política, electoral, nos sentimos orgullosos de haber votado por un cambio, por el progreso y, ahora, con la frente muy en alto, nos disponemos a respaldar el próximo 16 de diciembre la política de descentralización cuyo símbolo es la elección directa de gobernadores.
El luto de la derrota del 7 de octubre ya pasó más pronto de lo pensado por el gobierno nacional, cuya tenebrosa visión fue apostar a la tesis de que, perdiendo las presidenciales, nos sentiríamos igual o peor de cómo ocurrió en el 2005, cuando la tragedia de la derrota electoral se convirtió en abstención política.
Estamos en la hora de la calma y cordura, de pensar con claridad y de sabernos que no somos un puñado loquitos, ni imperialistas, ni mucho menos burgueses, sino respetables ciudadanos venezolanos dotados de coraje y honor.
¡6 millones y medio de venezolanos con un pensamiento y actitud muy diferente al mesianismo de Chávez y su destructor gobierno! Una cifra importantísima y determinante que indica una visión de país diferente a éste gobierno nacional.
Queda, esta vez, pendiente la tarea de defender las gobernaciones ganadas en el 2008: Carabobo (Henrique Salas Feo), Miranda (Henrique Capriles), Nueva Esparta (Morel Rodríguez), Táchira (César Pérez Vivas) y Zulia (Pablo Pérez). Apoyar a los gobernantes que se sumaron a la causa de la democracia, Liborio Guarulla (Amazonas), Henry Falcón (Lara), José Gregorio “Gato” Briceño y ganar nuevos estados para ratificar que existe un país diametralmente opuesto a esas ideas trasnochadas del Presidente y su fracasado equipo de gobierno. En mi caso, mi voto será para reelegir a Pablo Pérez ¿y el tuyo?
@exequiades