El ojo del escorpión
En la noche del domingo 7 de octubre vi lágrimas en los ojos de muchos testigos. Pero también el compromiso ineludible de luchar por la patria en donde la democracia se ejerza con la grandeza de entender que en ella cabemos todos.
Retumban en la conciencia las palabras de Henrique Capriles, reconociendo su derrota y mostrando una fortaleza de alma que es un activo muy importante para el futuro en lo inmediato. Su imagen se agigantó cuando no se anduvo por las ramas, asumiendo el compromiso de seguir sirviéndole a la nación con dignidad. Durante meses recorrió a Venezuela mirándola al rostro de su infortunio. Sintió sus sinsabores alimentado por un régimen que hace de la manipulación un estilo de vida.
Estrechó las manos de nuestros abuelos con sus mejillas pinceladas de arrugas venerables, que se conjugaban con sus cabellos blancos de viejas batallas; el armazón de una existencia pletórica de recuerdos familiares. Con los jóvenes tuvo la paciencia del sembrador, les mostró el camino, esa ruta que nos llevará directo al progreso para todos. En Henrique Capriles este país ha conseguido un liderazgo que se profundizará con el correr del tiempo, ahora millones de nuestros compatriotas lo reconocen como un hombre con la capacidad de unirnos como nación. Su lucha épica frente al omnímodo poder del estado lo hizo un titán. Toda una maquinaria alimentada por el miedo y la corrupción; millones de dólares al servicio de los intereses de la reelección con el único objetivo de perpetuarse en el poder y lograr instaurar al totalitarismo como sistema de gobierno.
Hugo Chávez obtiene una nueva oportunidad. La mayoría de los venezolanos le entregó su voto al hombre que seguirá haciendo lo que le da la gana con los recursos nacionales. Desde aquí se financiarán locuras y se comprarán adeptos para mantener esta terrible maneja de envenenar el alma de los pueblos. Los pobres reducidos a vivir del estado, los malandros a sus anchas mientras los hijos de la patria mueren o son atracados por vándalos que se creen dioses. Hospitales en ruinas, carreteras inservibles que se pierden entre el montarascal que ciega la mirada frustrada campesina.
La obra de Hugo Chávez es pésima y sólo es premiada por un segmento de la población que cree que vive mejor pensando en que su vida se resume en tan poco.
Voté por Henrique Capriles y no me arrepiento. En la vida es preferible vivir con dignidad, que tener el espíritu revuelto por haber traicionado los principios. Sostengo que no me equivoqué al hacerlo, que una mayoría escoja otra opción es su derecho, esa mayoría no garantiza que tenga la razón. Siempre hemos dado un paso al frente, asumiendo cada acción con la fortaleza de sostener las ideas. En la noche del 7 de octubre dormí con la serenidad del deber cumplido, no ganamos y duele; pero seguiremos luchando por una nación distinta. Ya descubrirá esa mayoría el error que cometieron, nosotros tendremos la conciencia tranquila. Cuando sientan que las promesas eran tretas de campaña comenzarán a sufrir la pena de aquel que solo se conforma con migajas. Fue un verdadero honor sufragar por alguien que entiende que nos somos unos animales para destrozarnos a dentelladas. Que cada quien debe tener un espacio en donde exteriorizar sus sueños, con la alegría de saber lo hermoso de vivir en libertad.
Aquí no se rinde nadie, despejemos la tristeza que nos deja este trance. La vida política es un escenario que no es fácil, nos tocó una época muy dura en donde la ceguera y el miedo de muchos han servido para que este régimen se mantenga a pesar de sus pocos logros. Jamás nos rendiremos y claudicaremos en nuestro empeño de conquistar una vida mejor para todos. Bendiciones para Henrique Capriles, su ejemplo nos indica, que efectivamente: Hay un camino.
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