#Opinión: La vetusta carcacha del retroceso. Por: Omar Yanez Parra

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Hemos asistido a la mayor afluencia electoral por el país conocida, embebidos de emoción, entusiasmo y esperanza, en una atmósfera limpia por la lluvia previa.

Fue rápido el proceso en mi mesa. Llega la noche y con el corazón acelerado oímos los contundentes resultados. A partir de ese punto, toda la madrugada y el siguiente día solo acudió a mi cerebro la pregunta: ¿Qué paso, por què perdimos?

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Ya en frío analizando calmadamente la situación, he llegado a la conclusión que la razón no es suficiente para que una verdad axiomática ingrese al entendimiento humano cuando el mismo está obnubilado por una pasión absurda y a la vez dañina para el y para su pueblo. La razón puede ser muy poderosa, lógica y evidente, pero la obcecación es tal que entre ella y el cerebro se interpone una cerrazón que repele cualquier penetración de una idea que aunque buena, esa pared nebulosa la rechaza automáticamente.

La ignorancia, aderezada con el miedo, la limosna miserable, el oficio para preservar la arepa y la mentira repetida, conforman un cóctel muy poderoso que bloquea cualquiera explicación posible aunque esta conlleva pruebas irrefutables de una certeza incuestionable.
Cuando se permite que estos elementos arraiguen en el organismo intelectual, es algo así como llevar sembrado dentro de un ser irracional que nos impone hacer su voluntad. “Un pueblo ignorante es un instrumento ciego de su propia destrucción”. Bolívar.

Por todas estas consideraciones que a mi juicio tienen validez, el vulgo tomó el camino incorrecto, desechando el ofrecimiento noble de montarse en ese autobús del progreso para la familia y la patria, un autobús nuevo que no tiene avería, que aun reserva suficiente potencia para seguir transitando por el camino del engrandecimiento y prosperidad e nuestra querida Venezuela.

Por el otro camino ya trillado, por el sendero viejo que nada positivo nos ha dejado transitará la vetusta carcacha en una pendiente de retroceso, cargada de innobles y retrógrados ideales que pretenden impulsarnos a épocas pretéritas fracasadas, sin vigencia alguna en nuestros días en los países desarrollados del hemisferio.

Esa carcacha continuará su peregrinar en reversa soltando su monóxido contaminante que quiere envenenar nuestras neuronas con promesas y mentiras.

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