La generación de relevo bien representada por Henrique Capriles y su quipo ha manifestado en reiteradas ocasiones que han enterrado las viejas formas de hacer política.
Esta afirmación es tan solo una verdad a medias. Pudo constatarse durante la campaña electoral que esas viejas formas de hacer política están vigentes. Señalemos tan solo algunas: aumento desorbitado del gasto público durante el año electoral; la siembra de miedo entre empleados públicos y beneficiarios de las misiones; así como las amenazas y compra de votos en los sectores marginales.
El país pensante ese 45% del electorado que sueña con que el gobierno no sea excluyente ni aplique el apartheid; que no haya más expropiaciones ni acoso a los sectores productivos; que el empleo acabe con la informalidad; que las escuelas y hospitales públicos sean tan buenos como los colegios y clínicas privadas; que se acabe con la regaladora de petróleo y recursos a gobiernos extranjeros; que se ponga freno a la corrupción y la gestión pública sea eficiente y transparente; está obligado a apoyar a la generación de relevo.
La tarea es gigantesca pues mientras el estado es rico y poderoso las grandes mayorías reciben mucho menos de lo que correspondería si el gobierno fuese eficaz en sus políticas públicas. Lo que el gobierno otorga acrecienta una dependencia fundada en las falsas esperanzas que sus enormes necesidades serán satisfechas con tan solo darle más tiempo en el poder.
Para desmontar esa maquinaria perversa denominada socialismo la generación de relevo requiere nuestro compromiso para impulsar los valores y principios éticos que en el pasado tenían nuestros servidores públicos: trabajar por el bienestar de todos los venezolanos pero muy en particular por los más necesitados.