#opinión: El gran reto. Por: Erika Valenzuela .

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Tras 14 años fungiendo de muro de contención a los abusos del gobierno nacional y soportando las consecuencias de su gestión parcializada e ineficiente, es completamente natural que los venezolanos no simpatizantes con el “estilo” oficial de Hugo Chávez tiendan a desanimarse. Hay que estar claros: cansarse es de humanos y en este estado se es más susceptible, también más vulnerable, sobre todo psicológicamente. Para quien se siente cansado resulta difícil pensar con claridad, ordenar ideas y tomar decisiones, sencillamente porque su organismo no está funcionando en un óptimo nivel, sino más bien a la merced de un conjunto de síntomas entre los que el desánimo no tarda en presentarse.
El punto es: ¿qué hago si me siento agotado? En el mundo del maratón existe la figura del “muro” o “la pared”, para referirse a una sensación que normalmente en los últimos kilómetros (km) de la prueba, se presenta como una especie de encrucijada que coloca al maratonista en una situación difícil o extrema: dado el cansancio acumulado a lo largo del recorrido, la inseguridad, el desánimo, el temor, entre otros factores se hacen sentir y el corredor debe decidir qué hacer bajo tales condiciones, sabiendo que sólo cuenta con dos opciones: continuar o rendirse.
Rendirse, aunque es una alternativa, nunca es una salida real, porque automáticamente se pasa al laberinto de la incertidumbre, por lo que se dejó de hacer, por lo que no se enfrentó, incluso dudas sobre la propia capacidad de alcanzar lo deseado, y con todo ello la alta probabilidad de sentirse decepcionado de sí mismo, quizá hasta abatido. Una justa reflexión permitirá reconocer la mera cobardía como el principal motivo de la rendición. A un paso de la salida llega el arrepentimiento y para finalmente escapar del laberinto, si bien no se puede volver atrás para cambiar los hechos, se puede pasar la página con la determinación de actuar a futuro conforme a la experiencia: rendirse no soluciona, porque al fin y al cabo no libera, condena al mal sabor de la eterna duda e irónicamente también al de la certeza de haberse detenido y apartado del camino en el que tanto se había avanzado.

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