Desde mi cátedra
Al romper el alba el 8 de octubre, el país amaneció igualmente polarizado, nada cambió. Una oscura niebla lo cubre de incertidumbre y angustia; se desvanecen las ilusiones del sentimiento pacífico y democrático venezolano, ávido de reconciliación y sosiego, de vivir una cotidianidad normal, sin sobresaltos y amenazas, y el deseo noble de ver despejado el futuro incierto que se avecina. Tomaba yo, acongojado, el acostumbrado cafecito mañanero, cuando el hijo, rumbo a su trabajo me pregunta, ¿Papá, ahora que hacemos , sin vacilar le respondí: continuar con nuestra actividad, tú estudiando y nosotros trabajando y produciendo, sacando provecho a lo positivo que nos depare la vida, y continuemos creyendo en Venezuela, lo que aceptó con igual tristeza.
Fe y esperanza es el imperativo que acogemos porque siempre habremos de tener confianza en nosotros mismos y en la racionalidad del colectivo, de que el país encuentre y transite el cauce de la paz y la libertad. Revoloteaban en mi mente ideas, reflexiones y ensueños, y recordé una estrofa de Rubén Darío, en Canto de Esperanza, “¡Oh Señor Jesucristo ¡por qué tardas, qué esperas para tender tu mano de luz sobre las fieras y hacer brillar al sol tus divinas banderas … ven a traer amor y paz sobre el abismo”.
Y es que queremos cantar en alto tono, que el futuro nos pertenece, que no puede ser secuestrado por esta tiranía, que la canción de Amor, convivencia y armonía no se despedace, que nuestra alma viva y alegre vea hacia el horizonte lejano, alcanzable, promisor, porque como dice el poeta Benedetti, “…creemos en la gente y porque venceremos la derrota”. No podemos enterrarnos vivos, la vida nos da aliento para continuar el camino esperanzador, no podemos perdernos en manos de la tristeza, hagamos de este canto un himno de fe en que la verdadera verdad es nuestra, que “la victoria” es manipulada, abusiva, atemorizada, lograda por un poder inescrupuloso, saltando toda ley y norma, y bajo la premisa de que ningún gobierno forajido está dispuesto a enfrentar la justicia.
Digamos y recemos permanentemente que en nuestras manos no se ahogara el canto de esperanza, “no podemos dejar que la canción se haga ceniza”, y tener presente en nuestro espíritu altivo, que derrotados siempre, abatidos nunca… Gracias, muchas gracias a Henrique Capriles Radonski, por liderizar la alternativa democrática en esta cruzada electoral magnifica y tratar de librarnos, aunque sin conseguirlo, del yugo tiránico que promete profundizar el cerco a la libertad que nos da la democracia, de la que se aprovechan para instaurar el proyecto neocomunista.
Toda jornada electoral brinda ilusiones, pensar que se iba a un proceso tradicional con reglas de juego limpias, y con las variantes de una elección de respeto al reglamento, al propio elector y de más conciencia ciudadana, frente al poder omnipotente y con poco talante democrático con el que se competía, se pecaba de cierta ingenuidad; por ello concluyo esta crónica citando las palabras de S. A. Consalvi, “Ahora descubro que estábamos demasiados solos y que éramos demasiados pocos(no tanto 6,500.000). Que las sociedades son pasivas y su pasividad propicia que las dictaduras las pongan a elegir entre la libertad y el cemento armado”; a lo que agregaría, entre la libertar y la dádiva, dinero en efectivo, el chantaje, terror y amedrentamiento grosero. La vida continúa cantándole a la esperanza…
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#opinión: Un canto a la esperanza. por: Fernando Pérez Barrios
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