#opinión: Algunos patrones que se forman en la familia venezolana. por: Sira Vargas Rodriguez

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La familia como institución se ha mantenido durante mucho tiempo porque el ser humano la necesita para sobrevivir, sin familia no hay posibilidad de vida o de desarrollo. El niño requiere cuidados cuando es pequeño por lo tanto, los adultos son indispensables para atenderlo en sus necesidades primarias. Esos años tempranos, cuando él no puede desenvolverse por sí mismo, permiten mantener un vínculo con el grupo. En esta sociedad, los jóvenes no son independientes hasta los 18 años. Este periodo permite que el individuo adquiera conocimientos, destrezas, habilidades que le facilitarán su desenvolvimiento en su vida adulta. Son muchos años en los cuales el joven no tiene poder de decisión porque los padres vigilan que tomen el camino correcto ya que el entorno le brinda muchas distracciones y puede desviarse. Lo que los padres aspiran es que él se transforme en un ser útil e independiente. Ahora, ocurre lo contrario, los mismos progenitores los hacen inútiles y dependientes. Es algo incongruente, pero es así. Si está cursando estudios universitarios, permanecerá un tiempo más, todavía siendo protegido en la familia. Podría ser hasta los veinticinco o veintiséis años, por lo tanto, esa persona pasa una cuarta parte de su vida –considerando que el nivel de vida es de unos ochenta años- no sólo dentro del seno familiar sino en un estado de dependencia que no es constructivo . Le compran desde los libros hasta las medicinas, todo. Como en este país se vive sin referencias estadísticas para poder dimensionar los sucesos, entonces no tenemos cómo saber las cifras de las edades en las cuales los jóvenes que permanecen en casa antes de ganar la independencia relativa. Esto no ocurre nunca, porque, aquí las madres son madres para siempre, aún graduados los muchachos, ellas quieren tener a los críos en casa, sean casados o solteros da igual. Generalmente, consideran que requieren ayuda. Estas características nos han convertido en una sociedad particular: matriarcal y sumamente involucionada, porque no se le da libertad al individuo para tomar decisiones y correr riesgos. Las madres representan a los hijos hasta que son adultos, les facilitan la vida, les resuelven los problemas, les dirigen y cuidan ayudándolos a no desprenderse, a ser “materno-dependiente” o “niños por siempre”. Es por ello, que muchos matrimonios fracasan dado que las suegras se creen con el derecho y la obligación de intervenir en ese hogar y tomar las decisiones que van desde aspectos presupuestarios hasta la crianza de los nietos, claro, previamente participaron en la elección de la pareja de su hijo o hija. Pienso, que los padres deben evitar a toda costa la sobreprotección para que los individuos puedan desarrollarse plenamente. Mientras no se le permita tomar decisiones, la persona pierde su libre albedrio, y eso le quita su fuerza interna, ya que carecer de independencia. Desde que un chico llega a su mayoría de edad, la madre debe separarse de él, pedirle que busque un trabajo para que ayude a mantenerse, que viva solo si lo desea, que elija la carrera que quiere estudiar o la vida que quiere vivir. ¿Va a estudiar o trabajar?, que lo haga, si se equivoca al elegir la carrera, o su pareja, eso está bien, porque está ejerciendo su libre albedrio. Si un joven a los dieciocho no tiene razonamiento lógico, deben los padres revisar qué pasa, porque desde los siete años su mente puede realizar comparaciones e ir ejercitándose en el conocimiento del bien y del mal. Si los padres han orientado a los hijos en valores, primero con su propio ejemplo, luego con disciplina y amor, entonces estarán listos para ejercer lo que se espera de ellos: un comportamiento independiente. Muchos ven esta característica del venezolano como buena, pero la percibo negativa, porque les impide a los hombres, especialmente, formar carácter y templanza que requieren para emprender proyectos sin la protección de los padres. Es algo para investigar y analizar. Vemos en sociedades adelantadas que los jóvenes tienen mayor participación en el desarrollo, trabajan desde los dieciocho en la calle y en la casa desde más temprano y se forman con más valoración hacia trabajo. Ello da el progreso que nos falta. Debemos inculcar a los niños ese valor, para, que desde pequeños ayuden en las tareas domésticas, sin abusar de su fuerza o tiempo para recrearse y jugar. Se les debe dar más participación en las tareas de la casa. No está bien obligar -como se hace- a las niñas a realizar el trabajo de cuidar a los hermanos pequeños o atender a los varones, eso es completamente negativo para su percepción y valoración personal. No es correcto, pero sacar la basura, limpiar su cuarto, lavar los platos, barrer el patio son tareas sencillas que podrían hacer los más jóvenes de la casa. Esto contribuiría a desactivar el disket cultural que los varones nacieron para ser servidos por las mujeres.
Correo: [email protected].

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