El Monumento Natural María Lionza recibe, cada año, a unas 12 mil personas
El baile en candela esparció sus llamas ayer en la montaña de Quibayo en el municipio Bruzual, una de las tradiciones signadas por el sincretismo religioso que se ha arraigado en el estado Yaracuy.
La fe en María Lionza se engrandeció el Día de la Resistencia Indígena, anteriormente llamado Día de la Raza, la cual hizo que hombres y mujeres danzaran sobre las brasas, para recibir en sus cuerpos espíritus de indígenas.
Estos místicos, luego de pedir permiso a la Reina María Lionza, bailan por grupos sobre brasas ardientes, como una manera de honrar a la diosa yaracuyana por los favores recibidos. De hecho, la actividad constituye el más grande acto de fe para los creyentes.
A la medianoche del 12 de octubre ya ardían las brasas bajo los pies de temerarios danzantes que protagonizaron este exótico baile hasta la madrugada, con la participación de 110 materias y bancos. La edición de este año constituye la número 71 realizada de manera ininterrumpida, y que contó con la visita de adoradores de varios estados del país y de otros países.
No todos los asistentes arriban a la montaña el mismo día. Las caravanas llegan con 15 ó 20 días de antelación. En este tiempo ejecutan los llamados “ebbó” o trabajos de purificación, además de las conocidas “operaciones espirituales”, y también se preparan para la gran fiesta.
Entrega total
La sacerdotisa Juana de Dios Martínez tiene en la montaña 59 años y para ella estar en este lugar significa mucho porque cree que ha dado y ha visto los frutos.
“Hace muchos años venían entre 8 y 10 carros y ahora vemos cómo ha crecido la visita de personas, porque la Reina ya no es venezolana, es internacional. Yo empecé a sentirla y a verla a la edad de 10 años”.
Juana de Dios recuerda una experiencia vivida hace 10 años, cuando recibió a una muchacha que estaba en terapia intensiva. Provenía de Colombia y la atendió. En tres días abrió los ojos.
“Es una satisfacción porque es una madre de familia, es una alegría muy grande que una persona venga enferma y se cure y luego vengan con un ramito de flores a agradecerle a la Reina. También han venido muchachos con problemas de drogas y han sido ayudados, pero con el compromiso de que cumplan”.
La sacerdotisa señaló, además, que nació con este poder. Desde pequeña le decía cosas a su mamá, lo que valió el calificativo de «loca».
“Hay cosas que uno lo sabe, pero da miedo decirlas. Hasta me preguntaron sobre quién iba a ganar en las elecciones y yo ya lo sabía, pero no quise revelarlo”.
El vestuario de color rojo que Juana de Dios utilizó esa noche significa para ella amor y mucha fe.
Para la sacerdotisa, la Reina María Lionza es su madre, su hermana y su amiga.
“Yo la siento, yo la veo, yo la oigo y desearía que cuando muera tuviera el permiso para que me entierren aquí y que todos los espiritistas que vienen a la montaña la amaran y la quisieran como lo hago yo, porque cuando se quiere algo no se maltrata y muchos de ellos están dañando la tierra y el agua. Si eso sigue así, la Reina buscará otro dominio y se irá».
Cuando Juana de Dios siente dolor en su cuerpo, se sienta en el altar a rezarle a María Lionza y, al poco tiempo, se levanta con otra esperanza de vivir.
Describió que tiene en su altar muchas cosas bonitas, como el amor, la salud, la fe, no solo para pedir por todos sus hijos, sino por la paz, la tranquilidad de las personas, porque vivamos unidos.
«Donde hay paz, hay amor, progreso y alegría», enfatizó.
“Me gusta trabajarle a una gente que no crea, que venga por primera vez. Ya la cuenta la perdí de cuantas personas he atendido aquí. Creo que ya me he fumado todas la fábricas de tabaco que hay”, manifestó.