A quienes no terminan del salir del shock electoral que les produjo el resultado adverso y aun procesan los mensajes de la realidad que les permita salir de la paralización emocional, les conviene procesar debidamente el discurso que promociona y organiza la siguiente etapa en la vida política e institucional del país. Ese mundo lejos de acabarse el 7 de octubre, desde la medianoche alumbra nuevos escenarios con todas las posibilidades para seguir activando los mecanismos de participación democrática, eso sí, convencidos que el triunfo o la derrota está a la vuelta de la esquina, a mediados del mes de diciembre, al cierre de este año.
Los efectos traumáticos del proceso electoral ya los advertíamos en “planteamientos” anteriores cuando aludimos al tema de cómo gerenciar las emociones, el fraude electoral y la violencia, y el síndrome de la derrota. Claro está, que a diferencia de los actores políticos que hacen el esfuerzo por convertir una derrota en victoria minimizándola, toda vez que les toca lidiar con ella, para el común de los mortales no resulta fácil salir de la zona de la pérdida y desprenderse del luto implícito, negándose a reconocerla por inexplicable. Cómo es eso que: ¡Gano Venezuela!, si perdió Capriles. O, que perdiendo también se gana.
Una mirada simplista de la nueva realidad equivaldría a mutilarla desde una perspectiva inmediatista que deja a un lado los múltiples factores en juego cuyo análisis pasa por incorporar diferentes disciplinas para su mejor abordaje. Pienso, por ejemplo, en la Psicología de las Organizaciones o en el Análisis del Entorno Económico, Político y Social, como instrumento de la Gerencia Estratégica para evaluar el impacto de los resultados en la toma de decisiones y los planes. La evaluación de la Gestión Pública a la luz de las Teoría del Buen Gobierno puede agregarse a la visión que proporciona el enfoque transdiciplinario.
Temas como la depresión institucional, el estrés empresarial, organizaciones inteligentes, organizaciones que aprenden, y el tipo de liderazgo presente en ellas, pasan a formar parte del amplio espectro en el cual los consultores y asesores del mundo de los negocios se desempeñan entre aciertos y desaciertos.
Que buena parte de un sector de trabajadores junto con los directivos de una empresa comulguen con una opción política y se dejen arrastrar por ella, como ocurrió durante el paro empresarial en el año 2002, puede decirnos algo sobre la politización de la actividad laboral y sus riesgos. Si se habla de una elevación del grado de conciencia política del ciudadano venezolano, la vieja tesis de las ovejas conducidas al matadero pierde vigencia, luego de una década de confrontación entre dos modelos productivos. En todo caso, la responsabilidad por la eventual quiebra de un negocio debe formar parte del análisis de riesgo, máxime cuando la línea divisoria entre las empresas y la política, desde hace rato que se desdibujó y es notoria la vinculación entre el poder gubernamental y las grandes empresas transnacionales, por ejemplo.
Las tesis acerca del Buen Gobierno, contrariamente a lo que pudiera creerse no son privativas del sector público, conviven y se extrapolan a éste desde la propuesta de la Nueva Gestión Pública, como se sabe aderezada con una serie de técnicas y sistemas aplicados con éxito en el mundo empresarial, donde la rentabilidad y la eficiencia es crucial, sin prescindir de la finalidad social.
El ejercicio de evaluación de la gestión del gobierno nacional mediante la elección presidencial arrojó un resultado positivo, corroborándose así una de las distintas percepciones que mostraban algunas encuestas, la cual situaba dicha aceptación como buena, en un 60%, aproximadamente. Puede entenderse que mayoritariamente, los ciudadanos electores deslindaron la gestión presidencial de la gestión de gobernadores y alcaldes.
La medida anunciada por el presidente Chávez de impulsar la creación de un nuevo ministerio para impulsar la evaluación de la ejecución de las obras públicas se queda corta ante la necesidad de examinar toda la gestión gubernamental. La actuación de los denominados “funcionarios mata votos”, denunciada reiteradamente por Luis Brito García, puede quedar al descubierto ante el escrutinio de quienes han visto insatisfechas o satisfechas las demandas por servicios públicos eficientes y de calidad.
La elección de gobernadores y alcaldes nuevamente activa los mecanismos de disputa por el poder y es parte también de la confrontación entre los dos modelos en pugna en el país, esta vez en el ámbito estadal y local, mediante el test del Buen Gobierno.