Yo puse mi grano de arena en este océano de esperanza como lo hicieron muchos.
No se pudo construir lo que deseamos algunos, pero siento por la salud de cada uno de nosotros, que debemos pasar la página sin cerrar el libro.
Quería insistentemente que la bella Venezuela que viví durante mi infancia, adolescencia e incluso parte de la adultez, pudieran sentirla mis hijos.
Por ahora sólo la conocen en relatos. Nos queda seguir con nuestro diario acontecer, haciendo nuestra labor con el mayor de los gustos posibles dentro de un mar turbulento que nos agota, pero no nos ahoga. En tanto exista vida, existe esperanza para cosas mejores.
Mi conciencia está tranquila.