#opinión: El oficio de insultar por: Yaritza Osorio

Es evidente que dirigir a alguien una expresión o un gesto que ofenda, es una demostración de desesperación, de odio desenfrenado, casi enfermizo, de un estado de ira y de venganza, llevando al que se expresa de esa manera, a tomar un lenguaje lleno de impurezas que lo etiquetan, demostrando así sus flaquezas.
El hogar como primera escuela de valores y principios, juega un papel importante en el verbo que utilizamos. Cuando hablamos nos identificamos, como somos como personas, como sentimos, cuáles son nuestros gustos y cultura, pudiendo expresar así: elogios, afectos, descalificaciones, manipulaciones, insultos entre otros.
Quien ha sido miembro de un grupo familiar sin disciplina, habitualmente ofende e insulta sin medir las consecuencias de esa expresión tan repudiable; pero cabe destacar, que hay personas que insultan porque son mentalmente débiles, inhábiles e inimputables en sus actos, abandonados tanto por sus familiares como por los entes públicos o privados que nunca se han manifestado en ellos, deambulando por las calles y durmiendo en cualquier sitio, cuando el cansancio los vence, siendo víctimas de la indiferencia social; en estos casos, tal vez podría justificarse un agravio, por cuanto es la forma de protestar de esos seres que todavía son dignos, por pertenecer a la especie humana.
El irrespeto al prójimo, desde el punto de vista verbal no contribuye a buscar la vía de la tolerancia, tan necesitada en estos tiempos, mas bien, se aleja de ella, por la vulnerabilidad de quien la ejerce. Quien insulta tiene un aprovisionamiento de temor al rechazo, de ser lastimado, de sumisión total, con dificultad p Revisar nuestra conducta es un propósito sano, pues nos permite descubrir y corregir muchas actitudes que hieren a los demás. Por ello, cuando ponemos en práctica el amor humano, que emerge de la fuente del amor,
Siempre habrá un gesto de tolerancia, e invitación a la convivencia pacífica para quien tiene como apego, el oficio de insultar